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Psicoanalízate con Rachel

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Anuncio de la exposición Paret

Una de las cosas que más me llamaron la atención la primera vez que estuve en una gran ciudad de Estados Unidos fue esa extraña normalización de la publicidad por todas partes, no solo en vallas, postes, pantallas, lonas que cubren edificios en obra, sino en las puertas de los taxis, en carteles en los techos de los taxis, por todas partes, parece como si cualquier lugar fuera bueno para publicitar lo que sea. Y digo lo que sea porque no solo es un servicio de transporte o una hamburguesería lo que se anuncia, ni las grandes marcas de ropa, cosméticos, comidas, bebidas, tabacos. No, ya se suman a esa especie de fiebre del horror vacui las floristerías, panaderías del barrio (the best bagel).

En mi humilde opinión de europea, la publicidad debe estar limitada, y desde luego no ser invasiva, pensaba entonces que era algo puramente yanki. Pero no, o tal vez sí y es solamente una prueba de su colonialismo estético y económico. Porque posiblemente, no es que cualquier sitio sea bueno para anunciar cualquier cosa, sino que cualquier superficie de nuestra casa, nuestro coche, nuestro cuerpo, es propicia a generar ingresos como espacio publicitario. Nosotros, que protestamos por los cortes publicitarios en la televisión no nos importa tener el coche con publicidad de lo que sea mientras paguen. Digo nosotros porque esa forma de publicitarse ya está llegando hasta aquí.

Todo lo que el gobierno está intentando prohibir como alimento nocivo para la salud ocupa los cielos de la ciudad

Primero fueron las vallas publicitarias que invadieron los transportes públicos como el metro, desde tiendas porno hasta espectáculos, restaurantes o teatros. Los paisajes urbanos, las circunvalaciones elevadas de México son un catálogo de salsas, hamburguesas, comida preparada; todo lo que el gobierno está intentando prohibir como alimento nocivo para la salud ocupa los cielos de la ciudad. Después los edificios, todas las carreteras del mundo están llenas de avisos ya caducos por el tiempo, porque, al parecer, esas vallas ya no son efectivas y se han quedado como ruinas públicas de vicios y necesidades privadas, o de tema y excusa de películas de éxito internacional. Naturalmente los artistas las ocuparon e imitaron, utilizando su propio vocabulario estético y conceptual, llegando así hasta el museo, si bien con unos contenidos críticos que su propia estructura formal devora y canibaliza convirtiéndolas en meros carteles, como pasó con la imagen del Che o con los posters del Guernica, interesantes por el concepto, pero multiplicados y utilizados como decoración o incluso como objeto sin sentido.…

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