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Charlie Chaplin en La quimera del oro, 1925.

La pasada semana Cáritas hizo público el informe sobre la infancia en España y, aunque a nuestro gobierno le moleste, el resultado es que España está entre los países en los que la infancia pasa hambre. Solamente superado por Rumanía, España es el país europeo donde más niños pasan hambre. Desnutrición, miseria, menos esperanza de vida y una vida de peor calidad. Con estos datos parece que dedicarse al arte actual es un despropósito. Los que trabajan más cerca de la “realidad” siempre nos miran al bies y parece que nos preguntan aquello de “¿Y tú? ¿Qué haces por la victoria?” El mundo de la cultura siempre parece estar fuera de esos intereses sociales. Los comentarios sobre si has comprado un cuadro, si estás leyendo poesía, si has ido al cine, a un festival, al teatro… todos parecen ser signos de un aburguesamiento distante de los problemas de la realidad, todo parece estar más cerca del consumo elitista que de una preocupación social. ¿Qué hacemos para paliar estos males, estas deficiencias del estado? ¿Qué podemos hacer? Como cualquier otro ciudadano nuestra acción puede ir desde la beneficencia y la limosna hasta la acción en la calle, manifestarse, más o menos violentamente. Es decir, no podemos hacer mucho. Cuando a un ciudadano sólo le queda la opción de la limosna, bien en la mano de un individuo, bien en las donaciones a organizaciones que reparten comida entre los hambrientos, entonces hay que volver a la poesía. Hay que volver a la palabra. “La palabra es un arma cargada de futuro” dijo un poeta que nunca olvidó a sus semejantes, y menos a los más necesitados.

Lo que realmente nos hace libres es la cultura, el conocimiento y la sensibilidad

Al margen de lo que cada uno de nosotros como personas, como ciudadanos más o menos activos sociales, más o menos aficionados a la limosna, podamos o queramos hacer, es el momento de no cegarse, de no engañarse con la inmediatez de los problemas y ver en la cultura una solución a medio plazo. Hitler decía que el trabajo nos haría libres, en un sarcasmo imperdonable en letreros a la entrada de los campos de exterminio. Lo que realmente nos hace libres es la cultura, el conocimiento y la sensibilidad. Posiblemente leer poesía no nos llene el estomago ni consiga que los bancos condonen las hipotecas, pero si los banqueros leyesen poesía todo sería diferente.…

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