Es curioso cómo en un momento más que difícil para la sociedad española, y especialmente para la educación y la cultura, los artistas plásticos, y todo el entorno de críticos, gestores culturales, y todos los políticos que fueron, los funcionarios que hubo, todos, es decir ninguno tenga nada que decir. Como es que el mundo del espectáculo, los actores, directores de cine, de teatro, saben hablar en público, encerrarse en un teatro, hacer declaraciones radicales, mantener una ventana abierta hacia la sociedad, como diciendo que ellos también están en la lucha, que defienden lo mismo, que piden lo mismo que el resto de la sociedad, que ellos son también parte de la sociedad. El mundo de las artes plásticas no. No hay ni capacidad de convocatoria, ni empatía social, sólo hay cursilerías como pintarse la cara de blanco, soltar globos en la plaza del Reina Sofía… ¿alguien piensa de verdad que eso sirve ni siquiera para que nos vean con simpatía? Con esas actitudes es fácil entender por qué no le interesa a nadie la vida de las galerías, por qué los museos están vacíos, por qué pocas exposiciones (aunque duren seis meses) reúnen a más de un grupo de amigos. Por qué a alguno les damos risa, a otros pena y a algunos vergüenza. Por qué para nosotros los presupuestos públicos cada vez van a bajar más y más ¿Porqué nos van a apoyar desde el poder si nosotros no tenemos ningún poder? Desde arriba se nos mira como a un grupo de caprichosos pijos, desde los lados como unos panzistas, trepas y estafadores. No sé con qué quedarme o si intentar también independizarme a la catalana. Porque está claro que cada vez somos más los que rechazamos esta actitud, esta imagen patética.
Hay “intentos” de poner en orden las cosas. Unos intentos tan light como inútiles
Hay “intentos” de poner en orden las cosas. Unos intentos tan light como inútiles. Se anuncia una nueva tanda de mesas redondas para analizar el panorama del arte en España. Intentando aclarar qué ha pasado, por qué y qué hay que hacer para sobrevivir a la catástrofe. Pagado por la Fundación Santander, organizado por Rosina Gómez Baeza y Lucía Ybarra y amparado por el Museo Reina Sofía. Hace unos meses hubo otra iniciativa parecida, realmente habría que decir complementaria, como si el verdadero objetivo del asunto fuera que todos los implicados y afectados pasaran en una u otra mesa a participar en una especie de colectivo coro dramático entonando un “ahhh, yo estuve allí, yo lo vi, avisé, pero no pude hacer nada, ahhhh”.…
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