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Hablemos de otra cosa

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soledad

Félix González-Torres, Sin título, 1991

Empecé el año hablando de algunos entre los muchos que murieron durante el año pasado. Algunos entre los más destacados y reconocidos en el mundo del arte… siempre quedan muchos que se olvidan, muchos que ni siquiera sabes que ya se fueron. Hablamos de la muerte, de nuestros muertos, como si habláramos de otra cosa. Decimos “se fueron” como si en algún momento, después, fueran a volver. Como actores de una obra de teatro que han salido de escena y esperan su turno para volver otra vez. Pero todos sabemos que no van a volver nunca más. Y hacemos como que todo sigue adelante cuando realmente, especialmente en el frío del invierno, sabemos que algo se ha acabado para siempre. Todos esos actores que aparecen, casi siempre en blanco y negro, en las entregas de los premios de cine como los Oscar o los Goya en España… bueno, actores, directores, guionistas, técnicos, todo tipo de gente que conocimos, esos artistas que tanto disfrutamos, de los que escribimos tantas veces, que entrevistamos, ya no volverán nunca más a salir, ese cierre de recuerdo, esa especie de memorial con fondo musical triste es el final, el más absoluto “The End”. Se acabó. FIN. Adiós. Adiós a todos y sobre todo adiós a cada uno. 

Una amiga de cuando éramos tan jóvenes como niñas, alegres y mirando al futuro con la boca abierta, me recuerda a Juan Ramón Jiménez intentando consolar lo inconsolable: “se morirán aquellos que me amaron”

Y luego están los otros muertos, los nuestros, los de cada uno de nosotros. Los que llevamos con nosotros hasta que los muertos seamos nosotros. Los que nunca olvidamos, y hacemos como que no pensamos en ellos, porque ya se fueron, se acabó. Pero los escritores, siempre las palabras, los textos… tantas voces hablando y tantas manos escribiendo desde el principio de los tiempos han tejido redes de consuelo, de contención para nuestras lágrimas, nuestros recuerdos. Nos ayudan a callar, porque con leerlos, recordarlos, debería ser suficiente, ellos lo explican todo perfectamente. Una amiga de cuando éramos tan jóvenes como niñas, alegres y mirando al futuro con la boca abierta, me recuerda a Juan Ramón Jiménez intentando consolar lo inconsolable: “se morirán aquellos que me amaron”. La frase certera que ninguna necrológica sabe escribir, que nadie ha incluido nunca en un epitafio, en un elogio póstumo, y la única verdad. La esencia del duelo a nuestros muertos.…

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