Hace años un buen amigo ya mayor me contaba que estaba muy triste porque venía de dejar a su madre en una residencia. Que ella estaba de acuerdo y que él, hijo único y soltero, no podía cuidar de ella, que vivía en otro país… que la residencia le había parecido la antesala del cementerio y que todo era muy triste. Hablamos y hablamos de que ese era con toda seguridad el destino final de muchos de nosotros, y poco a poco la cosa se fue animando y acabamos riendo pensando en que las residencias de un futuro no muy lejano, en las que entraríamos nosotros, la generación nacida en los 40, 50 y 60, estarían llenas de viejas feministas y de viejos drogadictos, de artistas conceptuales, de radicales de todos los signos… y que seguramente las jóvenes enfermeras no sabrían que habíamos sido las primeras mujeres en no llevar sujetadores (y en quemarlos) o no depilarse, en irnos de casa, tener hijos solteras y practicar el amor libre. Ellos, los hombres, serían como siempre nuestros compañeros pero con muchos menos platos rotos, con menos escándalos a sus espaldas y, seguramente, con mejores jubilaciones que nosotras. Los ancianos de mañana serán aquellos jóvenes que buscaron la playa debajo de los adoquines de París y nunca la encontraron. Algunos siguieron buscándola y tal vez la encontraron en el sitio menos pensado, otros muchos se casaron y olvidaron todas las revoluciones.
El olvido pesa sobre todos los que no conocimos, sobre todos los que son mayores, sobre los grandes. Cuando empecé a viajar y a ir a ferias de arte por todo el mundo siempre me encontraba con personas mucho más mayores, galeristas y artistas, críticos muy mayores. El público era mucho más viejo que el actual. Y me preguntaba qué harían, que habrían hecho con sus vidas. Ellos habían vivido las guerras que yo conocía por los libros y documentales. ¿Eran culpables o inocentes?, ¿habrían sido felices? Personas que volvía a encontrar, cada año más viejos, en los años siguientes hasta que algunos, muchos, casi todos, fueron desapareciendo del escenario artístico.
Hoy todos miramos hacia atrás, y en esa búsqueda tal vez no encontremos ninguna playa pero estamos encontrando a una serie de mujeres
Las ferias cambiaron y, poco a poco, todo se llenó de jóvenes que, aunque no lo supieran, ya estaban empezando a envejecer. Pero estos nuevos futuros viejos no habían hecho ninguna revolución, realmente ellos siempre supieron que debajo de los adoquines de ninguna ciudad está la playa.…
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