Es en septiembre cuando empieza un nuevo año. Sin regalos ni comilonas, sin celebraciones, en silencio. Es en septiembre cuando hay que empezar con los nuevos propósitos, con los cambios, con las novedades. Por eso les deseamos un muy feliz año nuevo. Nosotros empezamos el año con cambios en esta revista digital que tan amablemente está usted leyendo. Es tiempo de cambiar, de adaptarse a unos nuevos modos y, sobre todo, de tomar decisiones sobre cómo queremos, sobre cómo creemos que hay que hacer información y opinión sobre cultura en estos tiempos convulsos de cambios. Las revistas culturales en papel prácticamente han desaparecido, se han convertido en cajones de sastre en el que se publica una nota de prensa, un recorte de prensa, sin seleccionar, sin editar, sin un trabajo de redacción, o en revistas de tendencias, de sociedad, donde el espectáculo se presenta como cultura, donde la filosofía de Finkielkraut parece haber triunfado y unas botas de Gucci son tan importantes como un ensayo de Barthes. La lenta muerte del papel, la desaparición de los objetivos culturales de una izquierda dispersa, la idea de que la cultura ya no le interesa a nadie ha acabado con la crítica, con el ensayo. La nueva era digital, donde las webs sustituyen a periódicos y revistas en papel, imponen brevedad y frivolidad, falta de ideas, todo rápido y volátil. La brevedad obligada de los nuevos soportes ha ido eliminando a los expertos, a los profesionales de la escritura cultural dejando paso a un ejército de becarios, de periodistas generalistas que nada sabe y nada les interesa el arte, la estética, ni casi nada de lo que realmente conforma la cultura. Todo ello ha propiciado que en las webs se sustituya la crítica por la nota de prensa. Y como en tiempos de cambio se suele aprovechar para eliminar a cualquier posible enemigo, la estructura informativa, los poderes fácticos del mundo del arte han eliminado prácticamente la figura del crítico. Visto hoy, cuando el crítico de arte es ya una figura decimonónica, debemos reconocer que él era la única figura independiente de un sector en el que el mercantilismo ha ganado las principales posiciones. El comisario es un profesional a sueldo del mejor postor, el artista está obligado a depender de la galería, de la feria, del coleccionista, del comisario; el galerista depende del mercado; el director del museo depende de los vaivenes políticos pero también de las tendencias, del mercado, de las presiones de las galerías… El crítico, en su romanticismo y en su pobreza, sólo dependía de su pluma, de su conocimiento, de su facilidad para escribir, de su ironía, y en todo caso de algún otro trabajo que le permitiría comer.…
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