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Esto no es un selfie

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Samuel Fosso, Autorretrato, 1975-78
Samuel Fosso, Autorretrato, 1975-78
 

Durante las últimas cuatro o cinco semanas, el tiempo que abarca aproximadamente las vacaciones de verano en casi todo el mundo, se han debido de hacer millones de fotografías con los teléfonos celulares. La mayoría de ellas, aproximadamente un 80%, son selfies. Un selfie es hoy lo que hace poco se consideraba un autorretrato, pero ciertamente no es lo mismo, y creo que deberíamos empezar a diferenciarlos para no confundir la velocidad con el tocino, como se dice en España cuando hablando se confunde el culo con las témporas(*), algo que realmente nunca supe lo que era. Las témporas, digo; el culo sí sé lo que es. Pues eso, que un selfie es a un autorretrato lo que las témporas, sean estas lo que sean, al culo.

Un selfie es un intento de atrapar un momento de naturaleza efímera, en el que queremos estar presentes junto a algo o alguien, en un lugar determinado, en un momento concreto y supuestamente irrepetible, sin ninguna intención de permanencia, ni contenido artístico, y su objetivo no es definir la personalidad ni el carácter, ni siquiera la apariencia física de la persona que en él aparece. Son como flashes de una realidad incandescente, fugitiva, imposible de atrapar, en parte por su banalidad, que a pocos importa al margen de quienes aparecen en ese selfie. De hecho tiene más de documento, más de instantánea de álbum privado, que de un autorretrato. Un selfie es como decir “yo estuve allí, yo estuve con…“, una firma en el aire, entre un autógrafo de un famoso, una postal de vacaciones y un souvenir imposible que acabamos tirando en la primera mudanza.

Claro que algunos de ustedes, ociosos lectores, pueden opinar todo lo contrario, y señalar que el selfie es el último eslabón en la cadena que la evolución del género del retrato ha ido construyendo desde las tumbas funerarias egipcias hasta hoy. El retrato tiene su origen en la necesidad de expresar el poder encarnado en el hombre, es a la vez un elemento de propaganda política y religiosa, el soporte de una expresión plástica y, por supuesto, la forma de conservar más allá de la memoria, un rostro, o su idealización: pinturas religiosas, camafeos, retratos de encargo, los donantes dentro de los cuadros de religión, de historia… Pero es cierto que con el tiempo cada época ha marcado diferencias en el uso y el contenido del retrato.

Todos esos retratos, desde las máscaras egipcias hechas como vaciados de los rostros verdaderos de los fallecidos, hasta las ingenuas y terribles fotos de Bertillon no fueron nunca un selfie

Un retrato puede ser construido a partir de elementos personales del individuo que se quiere representar; una gota de ADN es el mejor retrato, el más completo, cuando queremos que un retrato sea la perfecta identificación de una persona.…

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