“Lo único importante es tu felicidad”. “Todo va a ir bien”. Todas estas frases nos asaltan en un simple paseo por la ciudad. Claro que para darse cuenta de algo en una ciudad contemporánea hay que estar muy atento. Primero fueron las vallas publicitarias. Enormes escaparates que hace unos años proliferaban no solo por las carreteras sino en las propias ciudades. Cualquier hueco urbano valía para poner una valla, hasta el punto de que muchos edificios alquilaban sus medianeras, sus paredes ciegas, como soporte publicitario. No las pueden haber olvidado, y si no, piensen en todas esas películas en las que el paisaje urbano está lleno de esos anuncios (de bebidas, de cremas, de ropa interior) que en un tamaño gigante atraen inevitablemente nuestra atención. Esos rostros, esas imágenes que se ponen una media, esos hombres que en vaqueros nos miran fijamente… También hay que recordar esas figuras de volumen que se recortaban (algunas todavía lo hacen), a veces incluso con luces para la noche, que hoy parecen ya piezas de museos: Tío Pepe, Schweppes, o el Gran Toro que vayas a donde vayas por las carreteras españolas nos dice que estamos aquí, en España. Claro que luego vendrían las vacas por todas las esquinas, dinosaurios, y cualquier Superman, o guerreros de la Guerra de las Galaxias a las puertas de los cines de estreno.
Especialmente interesantes me parecieron siempre las pantallas de vídeo, que siguen activas, aunque ahora ya igual son escaparates de una farmacia, o la fachada de un estudio de arquitectura. Pero debo reconocer que la primera vez que vi una pantalla de vídeo en medio de una gran avenida pensé que ya estábamos en el futuro. Fue en Sao Paulo hace más de 30 años y aún no había visto Blade Runner. En esas pantallas se emitían vídeos de publicidad y alguna noticia de última hora. Ahora esto ya está en los túneles del metro, para que lo vean los pasajeros en medio de la oscuridad del exterior mientras se viaja.
Tal vez por eso la obra de arte pública funciona infinitamente mejor en espacios naturales, porque ahí la comunicación es más tranquila
Sin embargo, no recuerdo ninguna instalación de arte público en las calles de prácticamente ninguna ciudad que haya visitado. Sí, naturalmente, las históricas, las anteriores a la 2ª Guerra Mundial. Aunque a decir verdad una de las frases anteriores es una instalación anónima que un artista (Eduardo Nave) ha convertido en eterna fotografiándola.…
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