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Erase una vez un lobito bueno…

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Kiki Smith, Jewel, 2014.

Kiki Smith, Jewel, 2014 / Foto: Harlan & Weaver

…al que maltrataban todos los corderos, había también un príncipe malo, una bruja hermosa y un pirata honrado” (*). En todas las historias infantiles, que son en definitiva el avance en breve de todas las historias que nos van a contar durante toda la vida, los príncipes y las princesas son buenos y hermosos. Los piratas son malvados, los que atentan contra el príncipe y el rey (el poder y los ricos) son siempre los malos, y las brujas son feas y con una verruga en la nariz, como el colmo de la desgracia estética, porque son todas independientes y viven sin un hombre al lado. Deben de ser feminazis.

Por eso, cuando en la vida real vemos que un “príncipe” es malo, inmediatamente, en el inevitable juego dialéctico de los opuestos y contrarios, tendemos a pensar que el pirata es honrado. No hace falta decir que los lobos son siempre buenos e inocentes, a pesar de leyendas, mitos y maledicencias.

Este es el origen de pensar en los ladrones buenos que roban a los ricos para dárselo a los pobres. Realmente roban a los ricos y a todos los que tienen algo, mucho o poco, y a veces, una vez cada mil años, les dan unas migajas a los pobres, pero estos se consuelan pensando que los poderosos también mueren y que les han quitado algo del exceso de riqueza a esos señores que lo tienen todo. Pablo Escobar sigue siendo querido y admirado en Colmbia, especialmente en Medellín. Saben todos que mató y robó… pero mató a los que a ellos los mataban, robó a los que tenían todo lo que ellos no tenían. Los niños de los barrios atravesados por la violencia y el narcomenudeo de Ciudad de México juegan a ser vendedores de mota, de coca, de caballo, solo tienen 7, 9, 11 años, ellos solo repiten lo que ven en las calles, seguramente en sus casas y, desde luego, en televisión.

Resulta que los lobitos pueden ser buenos y los piratas honrados, aunque él hasta ese momento no lo sabía

Quincy Jones dice en su biografía que hasta los 11 años quería ser gánster. Es lo que conocía, entre pobre y hambriento o gánster no había duda. A esa edad de 11 años, ese niño negro que vivía en un suburbio de Chicago, vio por primera vez a un hombre blanco. Poco tiempo después, al meterse en un edificio, descubriría un piano, descubriría el arte, la música, otra posibilidad de vida.…

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