Un fotógrafo famoso me busca, a través de intermediarios, y finalmente en persona. Quiere encargarme un texto sobre una de sus etapas artísticas para un catálogo general, un gran libro que quiere ser una especie de punto y aparte en su obra. “Va a ser un gran libro”, me dice entusiasmado. “Imagínate, lo mejor de mi trabajo y analizado por las mejores firmas del mundo. Claro, la mayoría son mis amigos, y por supuesto no quieren cobrar nada. (Bendita amistad que acaba siendo un esquirol, pienso yo en silencio). Ya han escrito otras veces en catálogos puntuales. Bueno, claro, a algunos les he dado alguna obra mía”. El libro va a ser de gran formato, tapa dura, a todo lujo. Por supuesto, caro. “Mis libros se agotan, ya sabes, son tan bonitos y están tan bien hechos, que todo el mundo los quiere”. Y me recita una serie de nombres de diversos países que van a participar, ya tienen asignados sus temas, falto yo. Pero ya sabe de que quiere que escriba, me parece bien. Su obra en general, correcta y muy bien facturada, no es de mi línea, pero le valoro como artista y reconozco que el mercado le mima, que sus obras se venden. Bien, todo bien.
Pero a la hora de hablar de tarifas, de precios, de dinero, ya no está todo tan claro. “Pues la verdad, no se quién va a pagar, ni cuánto. Yo en eso no entro, ya sabes el editor es el que se encarga, pero vamos son unas tres o cuatro páginas nada más”. Sí, le respondo, tres o cuatro páginas de un libro grande, no sé, normalmente se encargan una cantidad equis de palabras, una extensión concreta, sin depender del diseño ni del formato del libro, ¿es un encargo no? No me sabe decir ni quien lo va a editar finalmente, pero lo que queda claro es que de dinero no quiere hablar. “Solo son unas páginas, pues no sé, se pagará lo adecuado. Ya te digo que los otros escritores son amigos y que alguno no quiere ni cobrar, nadie me ha preguntado”.
“Algunos ni quieren cobrar”, claro, son directores de museos, pienso yo; les dará una obra que naturalmente siempre valdrá más
En resumen, lo que queda claro es que mi texto, “tres o cuatro páginas” (menos mal que no dice unas pocas cuartillas) le importa mucho, que tiene valor mi nombre y supongo que mis palabras (siempre que sean halagadoras y valorativas), pero que ese valor no tiene nada que ver con un precio en dólares, ni en euros ni en dracmas.…
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