anterior

El tiempo

siguiente
placer

Cildo Meireles, Fontes, 1992. Cortesía del artista

 

¿Cuánto tiempo hace falta para visitar una exposición? Parece ser que unos pocos segundos son suficientes para ver, o para mirar, las obras de una exposición, y algunos menos para observar lo que hay colgado en las paredes de un stand en una feria de arte. Habría que saber el tiempo que tardamos en leer un poema, en recordar un momento feliz, en borrar un mal pensamiento. La música ya viene con el tiempo dado: cada pieza tiene su propia duración, ellas imponen el tiempo que debemos dedicarles. Algo parecido sucede con el vídeo, que dura lo que dura, aunque aquí, como forma parte de una exposición, podemos seguir andando y no verlo, ni mirarlo, no dedicarle el tiempo que necesita sin tener que tomar la decisión de cortar la emisión.
Todo se mide en tiempo y espacio, pero, ¿cuánto tiempo ha tardado ese hombre o esa mujer en escribir esas líneas que nos sobrecogen cada vez que las leemos? La conclusión sería que no todo el tiempo tiene la misma duración ni todo el espacio tiene las mismas medidas. ¿Cuánto tiempo tarda usted en leer esta revista? Sin duda dedica un tiempo diferente a cada sección, sin importar el esfuerzo ni el trabajo que hayamos puesto en la realización de cada trabajo. Es su gusto, su elección, la que lógicamente prima.

Posiblemente ese placer, ya lejano, está cada vez más escondido debajo de los cientos, miles de exposiciones que se han amontonado en su memoria

Pero hay unas exigencias mínimas, un tiempo imprescindible para poder apreciar el sentido de las cosas. Las prisas, esa rapidez tan propia del siglo pasado, han desvirtuado nuestras vidas. Y ahora vivimos en un lugar en el que la atención, el respeto, el interés por las cosas, el aprendizaje, el placer es siempre escaso porque apenas queda tiempo para nada. A ritmo de telefilme, con pausas para la publicidad, se sucede la vida cultural. Algo anecdótico en un momento en el que solamente cuentan los balances económicos. Y Hacienda decide nuestro futuro cultural y los museos los dirigen personas a las que no les gusta el arte, personas a las que la belleza les horroriza y cuyo tiempo se pasa en las salas de espera de los aeropuertos.
¿Cuántas veces ha ido usted al mismo museo sólo para ver una única pieza? ¿Cuántos kilómetros ha viajado para poder ver ese cuadro que se asomaba en las páginas de aquellos libros en los que se inició en el mundo del arte?…

Este artículo es para suscriptores de EXPRESS

Suscríbete