La vida consiste en repeticiones infinitas. Cada día tenemos una rutina parecida, desde las amas de casa a los galeristas, desde los oficinistas a los bomberos… es decir, todos. Pero anualmente ya es como una obsesión mortal: cada año los mismos eventos, los Goya, los Oscar, las ferias de arte, un año tras otro y de repente ya son 30 años de Goya, 40 de una feria, 20 de otra y los mismos comentarios en Facebook, los que se quejan de la feria porque es un mercado, los que celebran que alguna galería les lleva… y así año tras año. Pero este año hay una serie de elementos añadidos que me hace pensar que el pasado ya está aquí, que el bucle del tiempo se ha torcido y en cualquier momento Humphrey Bogart y Lauren Baccal irán al Intermedio para hablar del estreno de El halcón Maltés.
Hay señales extrañas en el horizonte. Y no hablo de algo tan español como el tufo a jóvenes falangistas de los líderes de los partidos de la derecha, Pablo Casado y Albert Rivera, sino por algo lastimosamente internacional como es el aumento de la extrema derecha en una Europa que se empieza a parecer demasiado a la de los años de entreguerras… de la entreguerras de las dos guerras mundiales.
En cine todos son remakes y nostalgias, pasando ya de la legión de superhéroes que leían nuestros hermanos mayores en nuestra infancia hasta llegar a lo más moderno de todo, Roma, una película sobre el ayer en blanco y negro, algo tan poco original como volver a hablar de la infancia del autor. La infancia es el pasado irreversible, es ese pasado que siempre llevaremos dentro, como un castigo o una pesadilla recurrente, con sus miedos y sus frustraciones escondidos detrás de aquel aire de novedad que en su día supuso cualquier experiencia que hoy nos resulta anodina.
Los problemas económicos, el regreso de los dictadores y la guerra fría, los mensajes duros de políticos amenazantes, una economía a la baja que nos vuelve a hacer revivir escenas de la infancia
El éxito de una joven y guapa gitana cantando canciones de la época de sus padres cierra momentáneamente un círculo en el que todo indica que vivimos en blanco y negro los mismos problemas que vivieron nuestros padres, con la misma película de moda y el mismo hilo musical. Los problemas económicos, el regreso de los dictadores y la guerra fría, los mensajes duros de políticos amenazantes, una economía a la baja que nos vuelve a hacer revivir escenas de la infancia: tu madre preparando la comida que tu padre se llevaba al trabajo… La emigración creciente hacia afuera y hacia adentro… en fin, un panorama infinito en el que el horizonte es la miseria.…
Este artículo es para suscriptores de EXPRESS
Suscríbete