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El jarrón chino

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Jarrón de porcelana china del emperador Qianlong (1735-1796)
Jarrón de porcelana china del emperador Qianlong (1735-1796)

La noticia de la subasta recientemente en París en la casa Sotheby’s de un jarrón chino que alcanzó el precio récord de 16 millones doscientos mil euros nos da mucha información, más de lo que podemos pensar en un principio. De hecho, parece una historia de superación. Un jarrón chino atraviesa el tiempo olvidado, despreciado, rechazado, para finalmente convertirse en el récord de toda su especie.

También esta historia nos habla de la memoria, de la fragilidad, de la belleza, del desprecio y del mal gusto, entre otras muchas cosas que sobresalen en una historia de la que apenas tenemos información. El jarrón para empezar es de porcelana china creado para el emperador Qianlong (1735-1796), está en perfecto estado de conservación, el jarrón presenta decoraciones policromas en las que dominan los tonos rosados. Está decorado con un excepcional paisaje poblado de ciervos y grullas rodeados de pinos y cumbres neblinosas. En el fondo, una cascada brota de las rocas imperiales de Jingdezhen. Estos jarrones, llamados yancai ruyi, aparecen dos veces en los inventarios oficiales. En 1765, un par está destinado a los Pabellones de Buda en los apartamentos privados de Qianlong. En 1769, se ordenan dos jarrones como regalo de cumpleaños para el emperador.

Fue parte de una herencia, una herencia que no gustó especialmente a los herederos que la mantuvieron en una caja de zapatos en el ático de una casa de campo. Allí estuvo durante décadas despreciado por una familia francesa que consideraba que sus colores eran “muy fuertes”. “No nos gustaba, y a mis abuelos tampoco les gustaba. Sus colores nos parecían muy fuertes”, explicó la dueña del jarrón. Sus dueños lo encuentran por casualidad, puyes ya se habían olvidado de él y deciden subastarlo. Lo llevan a Sotheby’s donde consideran que puede alcanzar en subasta un precio de aproximadamente 800.000 dólares.

Una historia que da para una novela de aventuras que, sin embargo, ha pasado por la prensa sin pena ni gloria

Lo primero que se me ocurre es no dejar en herencia ninguna obra de arte a nadie de la familia, vender todo lo que pueda y gastármelo lo antes posible, ante el impredecible mal gusto de mis descendientes. Lo segundo es el desprecio, la ignorancia, por todo aquello que “no nos gusta” sin pararse a pensar en su valor que prácticamente todos los participantes en esta historia han demostrado. La terrible falta de curiosidad, que a mí me atraviesa desde que leí el primer comentario sobre este jarrón y su récord final.…

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