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El futuro

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Roberto Montenegro, Autorretrato

Dicen los expertos que en el panorama deportivo no se ven figuras del nivel de Messi o de Cristiano Ronaldo para sustituirles en un futuro cercano. En un territorio en el que los 35 años empiezan a ser el umbral del fin de carrera el futuro siempre es inmediato, tan inmediato que es más presente que futuro. En el mundo del arte los artistas de “media carrera” vienen a ser aquellos que oscilan entre los 40 y los 50 años, es decir, que no son emergentes pero tampoco consagrados. Son los que llenan las bienales y las ferias de arte de todo el mundo, los que hacen el entorno a algunas grandes figuras que ya han superado las glorias del museo en vida y se preparan, como los héroes griegos a compartir el Olimpo con los dioses. Estos artistas que están en la cuarentena, en lo que suele ser la mitad de la vida, representan un futuro casi inevitable, predecible al margen de sorpresa o accidente, ellos son los encargados de conectar el presente de hoy con el que será el mañana. Pero hoy en día, al contrario de lo que pasa en el fútbol, el presente está lleno de nombres, de posibles figuras para mañana. El problema es que esas figuras se quedaran en su mayoría simplemente en promesas. Alguien les recordará en el futuro, mientras muchos los habrán olvidado para siempre y algún estudiante minucioso preparará una tesis sobre su obra, una obra sin duda injustamente olvidada. A veces se recupera milagrosamente a un artista que ya no esperaba nada. Son esos milagros, esas sorpresas inesperadas que nos enternecen a todos, cuando aquel pintor radical e innovador que era una promesa que nunca se llegó a cumplir renace de sus cenizas, ya jubilado, para acudir con una joven galería a las ferias de arte más importantes, donde sorpresivamente para todos, para el propio artista sobretodo, vende todo a un buen precio. Se lo disputan los museos, las galerías quieren hacer exposiciones con él en otros países, sin imaginar que lleva años almacenando la obra en un estudio que empezaba a ser un panteón. El artista aprovecha estos viajes para hacer turismo y comprar regalos para sus nietos, ajeno ya a cualquier ambición, a cualquier deseo de un éxito que le pilla cansado y escéptico, a contramano de la gloria, vanidad de vanidades.

Sí, a veces la insistencia tiene premio, le dice a su amigo el crítico… pero es un premio de consolación porque el esfuerzo, la vida que has perdido, el tiempo no aprovechado…

El artista comenta con un viejo amigo crítico, que no ha tenido la misma suerte y languidece haciendo crónicas para el periódico local, que “a buenas horas, mangas verdes”, con la ilusión que le habría hecho cuando estaba en su plenitud, porque ahora sigue trabajando pero ya no es lo mismo, que él ya no tiene futuro.…

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