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El fin del mundo

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El origen del mundo, Gustave Courbet, 1866
Gustave Courbet, El origen del mundo, 1866

Esperábamos que viniera acompañado de trompetas y que se abrieran los cielos. Pero no, ha venido en silencio y, aunque llueva, tampoco es para tanto. Estamos todos encerrados en nuestras casas. En todo el mundo, desde la India hasta Estados Unidos, en Europa, Asia, África, en todo el mundo miles de millones estamos en cuarentenas de diversas duraciones, en nuestras casas, sin poder salir a la calle.

Protegiéndonos, intentando frenar una pandemia que en apenas unas semanas ha invadido todo el mundo. Sorprendiendo a todos los gobiernos que, aunque hayan visto cómo sus vecinos enfermaban, pensaron que eso no sería tan grave, o tal vez ni les dio tiempo a pensar bajo el efecto de la sorpresa. Dos meses después siguen sorprendidos y país tras país, como las fichas de un dominó gigante, siguen cayendo enfermos, devastados, encerrados por un virus desconocido, al parecer de origen animal, similar a un resfriado. Siempre bromeamos con que la ciencia puede hacer de todo menos curar el constipado vulgar. Pues aquí lo tenemos.

Las galerías de arte están cerradas en todo el mundo, las ferias de arte anuladas o retrasadas sin fecha fija, los museos y centros de arte han cerrado sus puertas, pospuesto sus programaciones, anulado compromisos. Solamente las casas de subastas parece que florecerán con este panorama de desolación, es lo que suele pasar con las fieras carroñeras, las hienas y los buitres, viven de la muerte de otros, se alimentan de su cuerpo. Las subastas se alimentarán de nuestras almas y de nuestra miseria, tendremos que vender al precio que sea esas colecciones, esas obras compradas con esfuerzo y que nos acompañan en nuestra vida.

Enhorabuena Christies, felicidades Sothebys, seguiréis siendo las reinas. En ese ambiente las revistas en papel, aterrorizadas todas, retrasan la salida de sus últimos números, esperando que ese “últimos” no sea totalmente cierto. Solo las revistas digitales nos movemos en nuestro ambiente habitual. Claro que tampoco podemos contar nada, porque nada pasa.

Empiezan a publicarse textos en todos los países y en todas las plataformas digitales anunciando la muerte del mundo del arte tal y como lo conocemos hoy

Algunos han invadido con Skype y otros servicios similares los estudios de los artistas, porque ellos siguen más o menos como siempre. Se entrevistan, se les pregunta, se les pide que hablen, que muestren lo que están haciendo… No se sabe bien para qué. ¿Cuánto tiempo nos podremos alimentar de esto?…

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