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El artista

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Ángel Bados, Sin título, 2008
Ángel Bados, Sin título, 2008

Aunque la mitomanía es más una costumbre que una enfermedad, los artistas no son esos seres mágicos, superiores y ensimismados, casi locos y a veces mártires que nos presentan los biopics del cine, las biografías ni nada parecido. Ahora ya sabemos que ni siquiera Van Gogh se cortó la oreja en un arrebato, sino que fue en una pelea, un golpe fortuito, y que no fue toda la oreja, sino un corte de un pedacito. Los artistas son gentes tan poco normales como ustedes, como nosotros, como ellos. Lo que sí que es cierto es que tienen algunas características especiales, como la tenacidad, la insistencia, la perseverancia, a veces una extraña seguridad en sí mismos, en lo que hacen. La seguridad de que hacen lo que tienen que hacer. Esa facultad les lleva a dedicarse al arte toda una vida. Una vida entera en la que la mayor parte del tiempo no hay gloria, ni premios, ni reconocimiento. Ni dinero, ni exposiciones. Pero aunque el artista tenga que vivir de otras mil cosas que la mayoría de las veces no tienen ninguna relación con el arte, él seguirá haciendo lo que tiene que hacer con la misma insistencia. Aunque ella se case y tenga tres hijos y tenga que trabajar de cualquier cosa y atender la casa y los niños y al marido… ella siempre sigue pensando en que tiene que hacer lo que tiene que hacer: su obra. Algo que al final ya no se sabe si la hacen para ellos solos, como una inevitabilidad de su destino o como una obligación que nadie entiende.

Hay un artista en Madrid, uno de los grandes, que cada día durante muchos años, creo que lo sigue haciendo ya en su vejez, va al estudio y trabaja en una obra, cuando la acaba la envuelve delicadamente y la guarda en una estantería llena de paquetes similares que guardan otras obras. Y empieza otra vez. Muchos le conocemos, pero todos los que conocemos a un artista conocemos esa actitud. De todo esto me acordé hace unos días cuando concedieron el Premio Nacional de Artes Plásticas a Ángel Bados (Olazagutia, Navarra, 1945). Este escultor vasco siempre ha sido reacio a la exposición pública (no de sus obras, sino de él mismo), un hombre discreto al que no le gustan los premios y que normalmente los ha rehusado. En esta ocasión, por suerte para todos lo ha aceptado.…

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