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El amor es cosa de uno

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Roberto Rossellini, Roma, ciudad abierta, 1945

Roberto Rossellini, Roma, ciudad abierta, 1945

Decía Walter Benjamin que “a una persona la conoce únicamente aquel que la ama sin esperanza” (Calle de única dirección). Es algo que todos hemos comprobado en alguna ocasión, mientras veíamos como el objeto de nuestros deseos, ese al que conocíamos tan profundamente, que nunca nos amaría ni se daría cuenta de nuestro amor irrevocable, se alejaba junto a alguien, otra persona, que sin duda nunca le conocería como nosotros. Cosas de la vida. Pero el amor es múltiple, tal vez polígamo sería mejor, y en la vida amamos a personas, cosas, ideas, animales, lugares. Tal vez con diferentes tipos de amor pero igualmente la frase triste de un hombre triste como Benjamin nos puede servir para todos los tipos de amor. Por ejemplo con el amor al arte. Me acordé de esta frase, que contiene no sólo una verdad verdadera (como diría Bruce Nauman) sino una suerte de condena, paseando por los pasillos de una feria de arte, pensando en la diferente relación que mantienen con el arte esa población mucho mayor de lo que imaginamos de adictos, amantes, que se distribuyen entre artistas, aficionados, galeristas, teóricos… pero sobre todo empecé pensando en los artistas. Se me ocurrió que tal vez los artistas que no consiguen ser estrellas en estas ferias, que no están en las grandes galerías, se sientan a veces como ese amante no querido, considerado tal vez “el mejor amigo”, un pagafantas, como se dice en España.

Debe de ser muy triste vivir obsesionado con la pintura, por ejemplo, y ver pasar por delante a tanto pintor mediocre que al parecer consiguen el amor y los favores del arte, mientras para él no queda casi nada. Nada. Esa es la palabra del adiós, la forma desgarradora del no en el amor. Todos esos artistas que no son nada, que nunca conseguirán nada, tal vez ni siquiera una gran exposición. Nada. Ni reconocimiento, ni dinero, ni esos fugaces 15 minutos de gloria. Ellos son como esos poetas tímidos que llenan sus cajones de poemas que nadie leerá. Como los que escriben cartas de amor y nunca las envían. No es que no sean buenos pintores, tampoco los amantes rechazados tienen por qué ser feos, aburridos o malos amantes, seguramente no son nada de eso sino todo lo contrario. Seguramente todos esos artistas que hoy no están aquí podrían estarlo si las cosas hubieran sido de otra manera.…

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