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Donde viven los monstruos

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Estudio de Francis Bacon en 7 Reece Mews, Londres. Fotografía de Perry Ogden.

Hace unos días veía un reportaje sobre el estudio de Paul Gauguin. Increíblemente limpio y ordenado, todo perfecto para que una horda de turistas pasen por allí cámara en mano, admirando… ¿admirando qué? Allí no había nada de lo que seguramente rodeaba al artista en sus momentos de trabajo. Si, claro, la silla, el caballete serán los mismos, la mesa y la cama, los objetos… pero ¿y el espíritu? A lo largo de más de 30 años dedicada al arte he visitado cientos de estudios de artistas, muchos más de los que hubiera querido, y debo reconocer que tiene algo de misterioso, incluso de impúdico, entrar en el estudio de un artista. Porque, de alguna manera, vas a ver más allá de lo que debería estar permitido, vas a entrar en el laboratorio de ideas, en la cocina, en el lugar donde no hay palabras sino energía.

Pensándolo un poco me surge la aclaración, solamente los estudios donde ya no hay ningún artista esta ordenado y limpio

En el lugar que los creyentes en el arte, en esa pseudo religión que para muchos es la creación artística, sitúan a sus pequeños dioses. Una ermita más que una iglesia. Bien, pues en esos estudios que he visitado nunca jamás he encontrado tanto orden y limpieza como en el estudio de Gauguin. Normalmente son un basurero, llenos de todo lo imaginable, si son pintores telas y más telas, empezadas y no terminadas, a medias; bocetos, pinceles, trapos, manchas de pinturas, un sombrero de paja, unas gafas de buceador, un maniquí sin cabeza… si son de escultores, ya no vamos a enumerar los cacharros, las esculturas fallidas, las maquetas… sólo los fotógrafos, y relativamente, mantienen limpios el laboratorio de revelado, la zona de plató… pero sólo hasta cierto punto, reina el caos, el desorden… como reflejo de la energía creativa, de un pensamiento en movimiento, de ese espíritu creativo que no puede estarse quieto. Pensándolo un poco me surge la aclaración, solamente los estudios donde ya no hay ningún artista esta ordenado y limpio. El estudio de Miró en Palma es un auténtico sepulcro. Todo silencio, todo en orden, todo en limpio… si, ya sé que Joan Miró era un poco así, un poco obsesivo, casi paranoico con sus cosas… pero allí ya hace mucho tiempo que no entra un artista que desordene, que toque, que mueva, que respire, que viva. Sólo están limpios los estudios de los artistas muertos.…

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