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Dolor

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Hans Bellmer, Untitled (Unica Bound), 1958

El dolor es una droga dura. Lo conocemos, lo sentimos desde pequeños y sin embargo no podemos acostumbrarnos. No podemos resistirlo. El dolor nos hace cambiar nuestras convicciones, negar a nuestros padres y a nuestros hijos. Nacemos llorando, aterrorizados, seguramente con un gran dolor; por suerte la memoria es tan débil como nosotros y nos olvidamos. Por eso sobrevivimos, porque el dolor físico pasa, termina en algún momento y, si seguimos vivos, lo olvidamos. Lo olvidamos para seguir adelante… quedan las cicatrices, la pérdida. Las marcas que el dolor deja en nuestros cuerpos y en nuestra integridad.

Dicen que el dolor que se sufre cuando nos salen los dientes sería insoportable si lo sufriéramos de adultos. Tal vez por eso el miedo universal y colectivo a ir al dentista. Un recuerdo enterrado, pero no olvidado, nuestro inconsciente nos lo pone en primer plano con las muelas del juicio, las ortodoncias, los puentes, los implantes… hasta prácticamente nuestra muerte. Nos acompaña toda la vida como una prueba de que el dolor es de alguna forma un compañero fiel e inevitable.

“Parirás con dolor” nos maldice Jehová desde las primeras páginas de la Biblia. Un Dios sin duda misógino nos condena a asociar la vida y el placer con el dolor. Un castigo para las mujeres, sí, característico de nuestro género. Darás la vida, generarás las civilizaciones, pero todo eso será con tu dolor, tu cuerpo lo pagará. Pagará el pecado del placer de la carne, la única forma de dar vida, de mantener al mundo, de garantizar la existencia del hombre. Habrá mucho más dolor en cada una de las vidas de los hombres: las guerras, los golpes, las torturas, las violaciones, las enfermedades, la vida se puede considerar en algunos momentos como una sucesión de dolores. Y todo lo aguantamos por seguir viviendo, y lo dejamos después, al poco tiempo en un segundo, tercer plano, y seguimos viviendo con un ímpetu digno de mejor meta.

Santa Lucía con los ojos en una bandeja, San Lorenzo en la parrilla, las crucifixiones, Santa Águeda de Catania con los pechos cortados… una gran lista de piernas y brazos cortados, de ojos arrancados, lapidaciones y desmembramientos

Cuando era una niña y me asomaba por primera vez a las páginas de la historia del arte, a los cuadros en algunos museos como el Prado, lo que más me impresionaba eran las pinturas de los mártires, Santa Lucía con los ojos en una bandeja, San Lorenzo en la parrilla, las crucifixiones, Santa Águeda de Catania con los pechos cortados… una gran lista de piernas y brazos cortados, de ojos arrancados, lapidaciones y desmembramientos.…

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