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Dinero de sangre

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Amadeo Modigliani, Nu couché, 1917

En los primeros días de noviembre hemos asistido, una vez más, a esos episodios de la historia del arte que reúnen, tan al gusto del público general, esos elementos melodramáticos tan característicos. Se ha subastado una de las obras más simbólicas de la modernidad, la pintura de Amadeo Modigliani Nu couché, en Christie’s Nueva York, alcanzando el segundo lugar en la lista de precios más altos de la historia de las subastas: 158 millones de euros. Esta obra nunca antes había sido subastada y sólo se expuso una vez en vida del artista, organizando tal escándalo que la muestra tuvo que ser clausurada a los 10 días de abrirse. Y con este record de un cuadro tan famoso la leyenda maldita avanza un gran paso: por supuesto Modigliani nunca vendió un cuadro, y en el ranking de artistas malditos también ocupa el segundo puesto, después de Van Gogh. Sus dibujos y pinturas le servían para cambiarlos por comida y algún otro servicio básico. Y es que Modigliani es el arquetipo del artista maldito: nacido en 1884 en Italia en una familia burguesa de origen judío, el cuarto hijo, enfermizo y el favorito de su madre, se dedica al arte y, lógicamente se va a París, en 1906, donde llevaría una vida cada vez más difícil hasta entrar de lleno en el mundo del alcohol y las drogas. Sólo expuso una vez, nunca vendió nada, y moría de una meningitis tuberculosa con 35 años en la extrema pobreza. Pero antes conocería a la joven estudiante de arte Jean Hébutterne, con la que tendría una hija y con la que nunca pudo casarse por la oposición de la familia de ella. Un amor fatal, ya que él moriría en sus brazos, ella nuevamente embarazada, y dos días después del funeral, ella se arrojaría desde un quinto piso acabando con su vida y la del futuro hijo. Nu couché es un retrato, otro más, de ella. Todo perfecto para aceptar el destino fatal de los mejores artistas que deben vivir en la miseria para que después de su muerte las casas de subastas, las familias de ricos coleccionistas de fino ojo y ávido olfato para las gangas, y algún otro intermediario oportuno y muy profesional, se enriquezcan. Para el artista queda la gloria.

En un mercado del arte en las fechas actuales, en las que vender una obra entre 1.000 y 20.000 euros es prácticamente imposible

Este “dinero de sangre” es, en cualquier lugar y circunstancia, una barbaridad.…

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