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Desnudos salvajes

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desnudos

Tevfik İleri. De fondo el cuadro de Amadeo Modigliani, Nu couché

Es increíble la fuerza que tiene un cuerpo desnudo. Todavía hoy, en el siglo 21, sigue siendo un escándalo ver un culo, un pene, unas tetas. Incluso al escribirlas piensas si no hay otras palabras más… adecuadas, menos escandalosas. Pues no, amigos lectores, no hay otra palabra para decir las cosas que su nombre, y aunque las cosas, casi todas, tienen más de un nombre, en este caso todos los nombres nos llevan al mismo lugar de vicio y perdición: el cuerpo humano. Hombres y mujeres desnudos son todavía inaceptables en sociedad. Solamente cuando están dentro del “marco del arte” (Esther Ferrer, que me lees, saludos) estos desnudos son aceptados como algo bello, natural, histórico, antiguo… adjetivos todos ellos absurdos en sí mismos para hablar de un cuerpo. Y claro está que no vamos ni a entrar en ese territorio de cuerpos deformes, feos, gordos, viejos, tan abundantes en la vida real y tan prohibidos y detestados en el mundo artístico. Como si todos y todas fueramos eternamente jóvenes, bellos y perfectos. Pues no, no lo somos en la mayoría de los casos, nunca.

Han tenido la delicadeza de tapar las esculturas y pinturas en las que hay desnudos, para que el señor Rohani

Si, además, nos paramos a pensar que no en todo el mundo se vive en el mismo siglo 21, entonces ya nos podemos empezar a volver locos. En el mundo árabe, en el mundo oriental, en miles de aldeas de occidente, en muchísimas casas de las grandes y desarrolladas ciudades, se sigue viviendo en la edad media, una edad media que dura ya demasiado, que tiene atrapados en una cárcel absurda a millones de personas condenadas a una cadena perpetua de estupidez y engaño. Esto ha quedado claro en la reciente visita del presidente Rohani, de Irán, a Italia, a Europa. Él ha venido desde allá, hasta aquí, a nuestras casas. Ha venido vestido con sus hábitos habituales, sin concesiones, no como las mujeres que vamos allá, que debemos taparnos como si estuviéramos avergonzadas, imitar por cortesía las costumbres de los que nos reciben. Él no. Él se permite no acudir a una comida oficial con el presidente francés en Paris porque los franceses se niegan a eliminar el vino del menú, un elemento de nuestra cultura que el presidente iraní simplemente desprecia. En Italia, en el Vaticano, donde las indulgencias suelen ser plenarias, han tenido la delicadeza de tapar las esculturas y pinturas en las que hay desnudos, para que el señor Rohani, que no se debe haber visto ni a él mismo desnudo, pueda hacer negocios con tranquilidad.…

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