En la historia contemporánea los desaparecidos se cuentan por millones. En la España de la Guerra Civil, en las dos grandes guerras mundiales, y en todas las guerras civiles, las guerras del báltico, el genocidio constante de los pueblos africanos, y las inolvidables desapariciones en las dictaduras argentinas y chilenas… y en los golpes militares de latinoamérica, pero también a la voz de “¡terroristas!” en países como los Estados Unidos donde la democracia es una continua autorreferencia. Millones de personas que un día, de repente, dejan de estar. Se rompe la rutina de sus vidas, sus familiares, amigos, ya no les vuelven a ver pero no consta que se hayan ido a ningún sitio. Las autoridades no dan noticias, a veces incluso niegan haber sido ellos quienes los han detenido… la mayoría nunca vuelve a aparecer. La palabra desaparecido oculta la palabra asesinato, como en un juego perverso de sinónimos. Decimos que millones de personas, hombres y mujeres de todas las edades, desaparecen, hasta tal punto es una cantidad infinita que el resto de la humanidad, los que no hemos desaparecido todavía, ya nos hemos acostumbrado y no parece que nos afecte demasiado. Habría que decir que millones de personas son asesinadas por la policía o por grupos parapoliciales en todo el mundo, continuamente. Nuestras vidas siguen mientras esas otras vidas quedan en el aire, en suspenso, esperando algo que no sucederá: que los desaparecidos regresen, vuelvan también de improviso a sus casas, a sus trabajos, a sus costumbres. Eso no sucede prácticamente nunca.
El penúltimo de estos desaparecidos famosos mundialmente ha sido el artista chino Ai Weiwei
De vez en cuando el desaparecido es alguien célebre, un artista, y entonces parece que nos sorprende. Por supuesto acabamos aceptándolo como algo lógico, aunque sorprendente. No parece que podamos hacer nada ¿no podemos hacer nada? El penúltimo de estos desaparecidos famosos mundialmente ha sido el artista chino Ai Weiwei, del que se cumple un mes que fue detenido por la policía china y del que no se sabe nada, ni donde esta, ni qué está pasando con él. Sólo se sabe que entre las acusaciones que le hace el gobierno chino figuran las de fraude fiscal y pornografía… acusaciones tan estúpidas que no merecen mayor comentario. Sin embargo China, una dictadura reconocida como tal por todos, país en el que los derechos humanos es una canción sin letra ni música, sigue siendo una especie de “El dorado” para galeristas y empresarios de todo tipo.…
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