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Dead man walking

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Jim Jarmusch, Dead man, 1995
Jim Jarmusch, Dead man, 1995

En España cada día se cometen 10 suicidios. El resultado total es más muertes al año por suicidios que por accidentes en las carreteras. Es decir, que las causas de muerte más importantes ya no son las tres C: cáncer, corazón y carretera. Ahora hay que añadir una S. Parece que en verano son más frecuentes los suicidios, aunque en verano las muertes se notan menos en general porque la mayoría están de vacaciones y prefieren no enterarse de nada. Son muchos suicidios, son muchas personas sufriendo hasta que ya no pueden más. Sin embargo, la extrañeza o el horror que nos produce un suicidio no es la muerte en sí misma, sino la decisión de querer morir, el no aguantar más la vida. Además, suele ser gente aún joven en su mayoría que, mientras todos los demás se agarran a la vida aun cuando ya están desahuciados, deciden que no les merece la pena y se adelantan al final inevitable. A mí siempre me han merecido un absoluto respeto, y en ocasiones admiración.

La muerte es nuestra compañera, todo el tiempo está en nuestro subconsciente, a nuestro lado aunque no queramos verla. Por eso tal vez los artistas, los poetas, las personas que supuestamente tienen una sensibilidad más frágil y delicada son más propensos al suicidio. No lo sé, pero lo que creo es que todos estamos muertos desde el primer momento, pues llevamos ese inevitable pasajero con nosotros. Creo que esa afición desmedida, que cíclicamente se pone de moda, por los zombis no es nada más que eso: el reconocimiento de que todos somos muertos vivientes.

No me digan que nunca han pensado que un artista anacrónico, un escritor repetitivo y aburrido, esos políticos que repiten discursos y actitudes de épocas pasadas no les parecen, además de unos fantoches, unos muertos que parecen vivos

¿No ha pensado nunca ninguno de ustedes, mis improbables lectores, que alguna persona a su alrededor estaba ya muerta aunque gozara de excelente salud? No me digan que nunca han pensado que un artista anacrónico, un escritor repetitivo y aburrido, esos políticos que repiten discursos y actitudes de épocas pasadas no les parecen, además de unos fantoches, unos muertos que parecen vivos. Sinceramente pienso que aceptar esa condición de muertos vivientes puede ser una liberación. Puede ayudarnos a conocernos mejor, más allá de los deberes y obligaciones de los vivos porque, total, ya estamos muertos ¿Qué nos puede pasar que sea peor?…

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