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Vista de SHE (Niki de Saint Phalle, Jean Tinguely y P.O. Ultvedt) comisariada por Pontus Hultén en el Moderna Museet, Estocolmo, 1966. Foto: Hans Hammarskiöld.

 

Cada época una moda, y ahora estamos ya en el inicio de la decadencia de la época del curador. De eso que en España se llama “comisario” y en el mundo sajón, “curator”. Se trata de ese personaje que antiguamente se dedicaba a realizar proyectos expositivos de arte contemporáneo en los que el factor de creación teórica era importante. Los grandes curadores, los pioneros, fueron aquellos que han hecho posible que la instalación, el vídeo, el arte conceptual, incluso la fotografía, sean hoy considerados como lenguajes normales y cotidianos en el mundo del arte. Ellos y ellas fueron también los que sacaron el arte del corsé museístico para terminar cambiando el espacio expositivo de los propios museos. Su trabajo es paralelo al nacimiento de nuevos lenguajes, de nuevas actitudes, fruto y compañía de una rebelión en el núcleo duro del arte actual.

Pero como la velocidad es uno de los factores característicos de este tiempo, su memoria ha volado y sus ideas y propósitos se han disuelto

Lucy Lippard, Walter Hopps, Pontus Hultén, Harald Szeemann, Seth Siegelaub, entre otros, formaron esa primera generación de creadores teóricos que supieron hacer de sus ideas exposiciones. Que hicieron del pensamiento forma. Y con ese paso arriesgado y genial definieron el término curador/comisario/curator. En definitiva se convirtieron en los protagonistas del arte actual, aquellos que, por encima del propio artista, decide qué, cómo y cuándo… pero esa decisión se realizaba siempre dentro de un espacio expositivo, o servía para crear un espacio expositivo diferente.
Estamos hablando de una generación de la que todavía algunos de sus miembros están vivos, es decir: hace muy poco tiempo. Pero como la velocidad es uno de los factores característicos de este tiempo, su memoria ha volado y sus ideas y propósitos se han disuelto. Una segunda generación fue introduciendo el cine, la ironía, una creatividad más ligera, unas exposiciones que ya no arriesgaban tanto porque ya, ahora, todo vale en el arte y en los proyectos expositivos. En esta segunda generación algunas ideas, algunos nombres, algunos proyectos todavía han sido interesantes y novedosos, ciertamente los menos aunque el beneficio (también de los malos proyectos) ha sido bastante mayor que el conseguido por sus padres.

Ahora ya estamos de lleno en una tercera generación que no sólo solapa sino que hace la zancadilla a sus padres, olvidando unas veces y copiando otras, a sus abuelos. Esta generación de nietos ya comisarían lo que sea.…

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