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Crisis se escribe con K

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crítica

Georges Seurat. Tarde de domingo, 1886

En esta ola de “buenismo” que atraviesa Europa y en la que resulta agresivo hasta aquello de “si te dan una bofetada, pon el otro carrillo” que hasta hace poco nos parecía inaceptable, está muy mal visto criticar nada. Sólo se ve bien aquello que no crea ninguna conflictividad, aunque nos hayan matado. No hay que enfadarse, ni responder a la agresividad, ni por supuesto protestar mucho, sólo un poquito y si puede ser mejor hacerlo entre cánticos y bailes. Se acabaron las manifestaciones salvajes, las huelgas con piquetes, y se acabó también la crítica: de cine, de arte, de literatura… y de modas. Ya sólo se acepta la crítica, constructiva eso sí, de comida y bebida, de hoteles, de rutas de viajes en bicicleta. Si ya Alain Finkielkraut (filósofo y pensador francés, 1949) patentaba la idea del pensamiento débil a finales del siglo XX, en este siglo XXI las cosas están aún más debilitadas. En este siglo, en el que se hace esencial saberse la letra del tango “Cambalache”, es políticamente incorrecto casi cualquier cosa. Este es un tiempo en el que es más importante cómo nombremos las cosas que las cosas mismas. Ni imputados (investigados), ni presos políticos (presos de conciencia), ni ladrones (apropiación indebida), ni exiliados (migrantes), ni gorda (curvy), ni viejo (tercera edad), por supuesto si entramos en el territorio de ese subgénero literario antes conocido como crítica y que hoy está más cerca de la égloga pastoral, términos como horrible, mal hecho, incongruente, antiguo, anacrónico, copia, imitación, despropósito, son inaceptables. Porque todo depende de cómo se mire y siempre habrá alguien a quien le guste. La crítica no se basa más en el conocimiento objetivo y la opinión subjetiva, la comparación historicista… un criterio apuntalado por cierta experiencia. No, ahora no hay que enfadarse por nada, no decir nada negativo, dar opciones a cualquier posibilidad… así las cosas hace ya un rato que la crítica de arte murió, mientras algunos exterminadores profesionales contratados especialmente para ello, rematan los pocos signos de supervivencia que quedaban. Hoy la crítica la deben realizar los gestores culturales, son los propios museos, a través de sus directores, los que pueden y deben hacer la crítica, amable claro está, de lo que ellos mismos exponen.

Tal vez el público gane con este cambio, tal vez el mercado no tanto

En este territorio en el que nos adentramos y en el que ser artista no hay que demostrarlo con obra sino solamente con una cierta intención de serlo, cualquier opinión contraria a lo que sea puede ser tomada en tu contra, usarse como una porra policial sobre tu estúpida cabeza.…

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