Hace 32 años abría en Madrid la galería Marlborough. 600 metros de espacio blanco rediseñado por Richard Gluckman, el arquitecto que había diseñado la ampliación del Whitney Museum de Nueva York, el Dia Beacon, también en Nueva York, el Philadelphia Museum of Art, el Museo de Bellas Artes de Boston y el Mori Art Museum de Tokio, entre otros. Era demasiado pronto para que conociéramos a los arquitectos internacionales por su nombre, habría que esperar unos años. Aquello lo recuerdo como un momento en el que parecía que todo iba a ir bien. La Marlborough era una galería, pero era, casi, casi, un museo pequeñito. Era una leyenda. La heredera de los grandes marchantes históricos, de los Vollard y Kahnweiler, aquellos coleccionistas que compraron a los impresionistas, que se enriquecieron a base de comprar Van Gogh y Gauguin, Monet y otros que la crítica del momento ridiculizaba. Tal vez los primeros fueron atrevidos; los segundos ya sabían que si era barato, que si se hablaba de ellos, si era moda, aunque no les gustase, mejor comprarlo. Esa ha sido la ley desde el origen del marchante: compra si es barato, aunque no te guste. Hoy no hay mucho tiempo para delicadezas, cada vez menos. Los fundadores de la galería abrieron su primera sede, la central, en Londres, en 1946 (Frank Lloyd y Harry Fisher, unos años después se unirá David Somerset, XI Duque de Beaufort). En 1946, por si alguien tiene curiosidad y mala memoria, hacía un año que la Segunda Guerra Mundial había finalizado, y ese año, en julio, se firmó la división de Alemania en cuatro sectores gobernados por los aliados; Londres aún estaba en ruinas por los bombardeos nazis; y se estrenaban en las playas del Mediterráneo los primeros bikinis.
La llegada de Marlborough a Madrid, después del eje Londres / Nueva York, fue una revolución en las galerías en un mercado inexistente
La llegada a Madrid de la Marlborough, 46 años después, se debe al que fue su director más carismático, Pierre Levai (luego expulsado de la junta directiva… en fin, las guerras de socios suelen hundir más empresas que las crisis económicas). Levai era de Biarritz, medio catalán. Marlborough vivía tiempos problemáticos con los juicios con la hija de Rothko por malas prácticas comerciales (que perdieron y, con ello, muchos millones de dólares). En la Bienal de Venecia más reciente Frank Lloyd había descubierto a Juan Genovés (que sería el primer artista español fichado por la galería; después vendrían Antonio López y Lucio Muñoz —su exposición fue la primera de un español—).…
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