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Cine, cine, cine

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Christian Marclay, Telephones, 1995

Mientras la Documenta se desangra en quejas y contra quejas de racismo, antisemitismo y básicamente de ignorancia estética entre comités y coordinadores, paneles científicos y especialistas internacionales, dando una imagen entre patética y muy real de la situación del arte actual, en la Mostra de Venecia, el cine, con su glamour y su negocio, ha dejado claro una vez más que en este siglo XXI el arte con mayúscula es el cine. Que no todo es Marvel, ni Disney, que sigue habiendo artistas, genios, directores geniales, guionistas y actores más allá de las fronteras de lo imaginable. Que la inteligencia, el arte, la belleza, los problemas, las miserias del mundo actual, los deseos, los sueños, lo malo, lo bueno y lo feo, está hoy en el séptimo arte. El arte de hoy sin duda alguna. Fuera del streaming o dentro de él. En la creación. Porque el cine no solamente es diversión destinada al ocio. No solamente son esas mil y una películas para adolescentes de más de 30 años que producen las factorías Marvel, Disney o Pixar. El cine siempre fue mucho más que diversión. E igual que la pintura, igual que el arte clásico, detrás de la belleza, el orden y la investigación estética se encontraba la crítica de la historia, la duda social, los problemas humanos, la vida; y es hoy el cine, con sus brillos y escándalos, el que se encarga de contar nuestras vidas y nuestros problemas. Es el cine hoy el que teje y desteje nuestras ansiedades, sueños y deseos. La pintura, la escultura y la fotografía hoy se buscan y no acaban de encontrarse, enredándose en las teorías, el género, el decolonialismo, el discurso, la forma y un fondo que no consigue alejarse de un mercado que parece acabar allí donde la historia del arte ha colocado su propia línea final.

Todo lo que al arte hoy le falta parece sobrarle al cine

El cine es hoy la gran expresión artística en todas sus acepciones; desde el bibelot, desde esas obras de baja factura creadas solo para un uso ornamental, hasta la gran obra aún sin descifrar, las grandes aventuras estéticas ya llegan hasta las plataformas, donde podemos sorprendernos con auténticas maravillas improbables en cualquier otra forma artística hoy en día. Pero todo esto con una gran ventaja: el cine, además, da dinero, mucho dinero. Todo lo que al arte hoy le falta parece sobrarle al cine. 

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