La crisis ha fulminado la estructura cultural de muchos países con una tradición cultural profunda y arraigada. Hablo de España porque es como hablar de mí misma, de mi familia, de mis amigos, de mi paisaje más conocido. No quiero ni pensar que será lo que se vive en Grecia, en Portugal… No hablo de países que nunca tuvieron un pasado como el nuestro, donde el periodismo era un género literario, y hasta el más humilde hablaba con precisión exacta sobre las cosas más variadas. Porque en España las tertulias que hoy vemos en las televisiones se hacían cuando yo era niña en las calles, entre vecinos mientras los niños jugábamos a la fresca por la noche de un verano larguísimo. En mi país las librerías eran lugares de excelencia, donde habitaba la inteligencia, desde la mítica donde podíamos encontrar lo inencontrable hasta la de barrio repleta de best sellers, libros clásicos a precios mínimos y carpetas y cuadernos para el colegio. Lugares mágicos donde abríamos las puertas del misterio que es la cultura, la lectura, el conocimiento. Hoy se cierran dos librerías cada día. Mueren de inanición en un mundo en el que la lectura parece un atraso, algo antiguo, que no se lleva; para frikies. De los cines sólo nos quedarán las películas que hablen de los cines, memorias llenas de melancolía y misticismo. En la memoria Amarcord y Fellini, y La noche del cazador, La conjura de Boyardos, Hiroshima mon amour… ahora las salas de cine son cajas vacías que buscan sobrevivir emitiendo lo que sea, con programaciones horribles pensadas para la televisión y para un público adolescente descerebrado que cree que la enésima Mad Max es algo digno de verse, porque ha costado una montaña de millones y el dinero es más que la imaginación y donde no hay dinero no merece la pena mirar. Hoy Pasolini habría tenido que dedicarse a otra cosa, de Lynch ni hablo. Bergman, Eisenstein Antonioni, Houston, Godard…y tantos nombres que se quedarán para los festivales de cine, para homenajes y centenarios, mientras un público masivo prefiere ver batallas de zombies mutantes, de vampiros supermusculados con el pecho desnudo.
Pero es cultura, y ¿a quién le interesa la cultura? En España, ni al ministro de cultura
Los lugares de la cultura cierran por defunción, víctimas de una plaga mortífera que transmite el virus de la gratuidad. El cine es caro porque bajarse contenidos en internet es gratis.…
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