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Cada dos años

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Pabellón de España en la Bienal de Venecia. Ignasi Aballí, Corrección, 2022 © Galería Elba Benítez

Cada dos años tenemos una cita en Venecia. Nuestros abuelos fueron los primeros en acudir a Venecia a disfrutar de lo mejor del arte del momento. Sobre todo, del arte europeo. Eran otros tiempos y nadie hablaba de decolonialismo ni de indigenismo, Churchill era un héroe internacional por pararle los pies a Hitler y al nazismo en Dunkerque y no un machista esclavista. Los interesados en arte de otros continentes, de África o la Latinoamérica profunda, no eran suficientes para llenar los palacios y las trattorias italianas. La Bienal de Venecia, la primera, “la madre de todas las bienales” inicia su andadura en 1922. Se trata de repetir el modelo de exposición universal pero dedicado al arte del momento. La participación es por naciones. Otro concepto, el de Estado, nación, patria, identidad, que no es exactamente el mismo que hoy en día. Pero bueno, eran otros tiempos y por suerte nadie puede actuar hoy bajo las reglas de conducta y pensamiento que regirán dentro de un siglo. Aunque por desgracia hoy se juzgan los hechos, las ideas y las actitudes de hace cien, doscientos, quinientos años, con las ideas y las reglas que son hoy las que mandan socialmente. En Venecia se habilitaron los Giardini, una amplia extensión ajardinada, y se invitó a 37 países para que se construyeran ellos mismos sus pabellones, los únicos privilegiados que siguen teniendo pabellón propio en la Bienal de Venecia. Entre estos 37 países estaba España, que ha participado en la Bienal prácticamente siempre, excepto un par de años por razones de variado tipo.

Cada dos años, estos 37 países y algunos más que participan extramuros, dentro de lo que se ha llamado la Bienal paralela, viven el dilema, la eterna duda de cómo seleccionar su participación. Como decía más arriba, las cosas han cambiado en estos más de 100 años de vida de la Bienal. Ahora participan —cierto que no en los Giardini, siempre ha habido clases— países que no existían en 1922, incluso zonas geográficas que están dentro de otros países pero que en las exposiciones fuera del programa oficial juegan a participar en la Bienal con su propia representación. Todo bien, hablamos de arte y no de sociopolítica, y en este juego todos podemos jugar. El asunto es cómo elegir quién va cada dos años, sabiendo las críticas que caerán desde todas partes. Críticas por la forma de seleccionar, por quién selecciona y, por supuesto, por quién se selecciona.…

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