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Balada de la dependencia sexual

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Nan Goldin, La balada de la dependencia sexual 

La noticia que dan los periódicos es que el MOMA muestra nuevamente La balada de la dependencia sexual de Nan Goldin, 30 años después de su realización. Pero detrás de esas pocas palabras hay un temblor de vida y de muerte, de amor y de separación que 30 años después sigue emocionándome. Debo decir, como aclaración previa, que la obra de Nan Goldin (1953, Washington, USA) no me interesa especialmente, ni siquiera me gusta, pero la Balada no es sólo una obra de arte, es la pieza documental de unos años y, sobre todo, de unos sentimientos que trascienden el momento y las identidades particulares de quienes la protagonizaron. Con un título tomado de una canción de Bertolt Brecht, Goldin construye una balada que no sólo habla de una generación arrasada por el sida y las drogas, habla de nosotros, de ustedes y de mí, de todos nosotros y hasta de ellos, de los que ni siquiera lo saben, nunca la han visto, no han oído hablar de ella. Esa es la auténtica fuerza de una obra de arte, una obra que se convierte en arte a pesar de su pésima factura, de que como fotografías son poco más que instantáneas, de que posiblemente la intención de la autora no fue, en ese momento dolorido, ni la inmortalidad ni el mercado.

Supe, desde temprana edad, que lo que veía en la televisión no tenía nada que ver con la realidad

Nan Goldin, La balada de la dependencia sexual 

Nan Goldin, de vida azarosa, adolescencia quebrada (casas de acogida, suicidio de su hermana…) y miembro de esa amplia población abrazada a la droga, al alcohol y, por supuesto, a la dependencia sexual (como todos nosotros) realiza La balada de la dependencia sexual en 1985. En ese momento se dijo que el mérito de su trabajo era que Goldin tocaba el dolor con su cámara, que en vez del dedo lo que introducía en la llaga era el objetivo de su cámara fotográfica. Ella lo había explicado antes: “Supe, desde temprana edad, que lo que veía en la televisión no tenía nada que ver con la realidad. Así que yo quise hacer un registro de la vida real y para esto debía incluir el tener una cámara conmigo todo el tiempo”. Y eso es lo que construyó con La Balada, un documental sobre el amor y su pérdida. Una pérdida que se ha asociado a la muerte que trajo el SIDA, a la muerte que venía en una sobredosis, las drogas, la vida salvaje… pero realmente se refiere al dolor que simplemente causa la propia vida.…

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