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Arte y decoración

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Montserrat Soto, Pasiaje secreto 17. Cortesía de la artista
 

Después de pasear por los pasillos de unas cuantas ferias, creo que uno de los problemas del arte actual es que ha dejado de ser decorativo. Hace ya tiempo que decir de una obra de arte, bueno, de un objeto hecho por alguien autodenominado artista, que es algo bello, hermoso, atractivo, algo “que pondrías en tu casa” es desprestigiar la obra, al artista y a ti mismo. Es algo vulgar, hoy hablar de belleza no suma. Hay que hablar de la intensidad, del contenido, de ese suave giro incondicionalmente crítico que nos cuestiona la forma y la ideología de la ansiedad creativa. En fin, hay que ser discursivo y no admirativo. La mayoría de las veces es fácil porque rara vez hablas de algo que te llevarías encantada a tu casa.

Cuando Avelina Lesper destrozó una precaria escultura, o instalación, en su paseo por la feria de México, ZonaMaco, antes de la pandemia nadie sintió el desastre, sino que muchos sonreímos, otros vieron la justicia distributiva del tiempo caer con todo su peso sobre una señora insufrible. Y los más simplemente miraron al oír un ruido de cristales rotos, y viendo que “no había pasado nada” siguieron su camino sin dolor por la pérdida. ¿Qué hubiera pasado si se rompe una obra de arte ya canonizada, por ejemplo, una pintura de Gerhard Richter? ¿O incluso una escultura de Jeff Koons? Y si hubiera sido de Anish Kapoor, los periódicos habrían hablado de desastre en el mundo del arte transformado en espectáculo.

¿Qué hubiera pasado si se rompe una obra de arte ya canonizada, por ejemplo, una pintura de Gerhard Richter?

Sí, hablar de belleza, de sensación de ligereza, de calma, en una obra con la que podrías vivir muchos años, como si fuera un gato silencioso y mullido, es de mal gusto. Si eres un profesional y se te escapa un “qué bonito es esto”, unos pocos te mirarán sorprendidos pero la mayoría te despreciará silenciosamente hasta la eternidad. Sin embargo, nadie quiere tener detrás, en el despacho, o mientras lee un libro tumbado en un sillón, una obra terrible que sea muy profunda, sí, pero, que también te pueda hacer sentir en una galería, o en una esquina de una feria. Una obra que te obliga a explicar en cada visita a cada amigo, a tus hijos y a la madre de tu mujer, su importancia semántica, la ironía de su intención, la violenta fuerza política que emana de esas miradas, o la compleja estructura de sus materiales.…

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