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Antonio López

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Antonio López

Antonio López. Lavabo, 1967. Cortesía del artista

Vuelve Antonio López a exponer en Madrid después de 18 años. Cumple 75 años y se muestra pletórico, en ese estilo tan propio suyo compuesto a partes iguales de aparente humildad y de inevitable autosatisfacción. A Antonio López le pasa lo que a Ernest Hemingway, ambos han construido un mito partiendo de un artista. Se dice que Hemingway era adicto a Hemingway y que eso le impidió realmente ser más grande aún como escritor. Algo parecido se podría decir de López, que es adicto a sí mismo y eso le ha impedido ser más grande como artista. Si bien esa es la única similitud entre un hombre que eligió el mundo y otro que ha elegido la Gran Vía.

De Antonio López todo el mundo sabe que es un hombre del pueblo, que defiende la familia y la lentitud en el trabajo, un hipotético perfeccionismo que hace prácticamente indefinido el punto final de un trabajo. Sus obras se datan, ya sean pinturas o esculturas, con una fecha de inicio y otra de término, y entre ellas hay años, a veces décadas. Pero, ¿qué hay en la obra de López que hace que sea infinita en su realización, que nunca se acabe? Los pintores realistas, como él se define, suelen ser auténticos superdotados de la técnica, y ni el dibujo ni el color tienen secretos para ellos. Una gran parte de la pintura realista, como sucede con la acuarela, se realiza muy rápidamente, en pocas sesiones, al margen de que algunos utilicen la fotografía como apoyo al dibujo o no. Sin embargo, López hace de ese tempo lento, casi angustioso, una característica de su obra. Él, que sigue usando la cuadrícula de fondo para construir sus dibujos, aparece cada vez más lento pero no inseguro. Haciendo de esa lentitud un valor, hasta el extremo de que en esta exposición en el Thyssen de Madrid va a exponer obras no terminadas. Según sus propias palabras, se mostrarán trabajos “acabados e inacabados; mostraré obras empezadas pero no acabadas, algo que nunca se hace pero que puede ser muy interesante, como entrar en el estudio del pintor”. Nadie habla del miedo al término, una especie de miedo escénico, que prolonga él hoy para no tener que llegar nunca al mañana. Él empieza muchas cosas, muchos proyectos, que no se acaban en años.

Antonio López regresa en un momento de recesión económica, política y social, como un valor inalterable

Antonio López.

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