En este inicio del siglo XXI los científicos dicen que los límites con los que tendremos que enfrentarnos ya no son los del espacio, sino los del tiempo. Buen tema para las películas de ciencia ficción, que realmente solamente son esas historias que vivirán los hombres del futuro igual que nosotros hemos vivido las historias que se escribieron hace mucho, mucho tiempo. Todas estas historias están escritas por esos viajeros que han pasado al futuro mientras otros se quedaban mirando el paisaje del pasado. Todos somos viajeros en el tiempo, aunque no usemos trajes de astronautas, aunque nuestro viaje dure, a veces, demasiados pocos años. El tiempo pasa, imposible de ser detenido salvo en una fotografía. Una imagen que congela una realidad que ya nunca se transformará pero que, sin embargo, se convertirá en algo diferente a lo que fue. La imagen fotográfica nos devuelve a los muertos, a los que se fueron, no puede traernos a los que vendrán, por eso acechamos con nuestras cámaras las cunas de nuestros hijos, los bordes de nuestros amantes, por eso intentamos atrapar todo lo que vemos, todo lo que quisiéramos que nunca cambiase. Por eso tanta gente se obsesiona por quedar prendido dentro de un selfie, en el interior opaco de un autorretrato, intentando lo imposible: detener el tiempo, no cambiar. Porque el tiempo pasa y en su camino transforma todo lo que toca: las ilusiones en realidades o en fracasos, la amistad en olvido, el deseo en cansancio, en un bucle interminable por el que pasamos todos en ese proceso que convierte lo vivo en otra cosa. Todo cambia, aunque casi todo se repita.
EXIT la revista de imagen y cultura que nacía en el paso del siglo XX al XXI, la publicación que se iniciaba con un pequeño salto al futuro, cambiando el año y estrenando siglo, cumple con este número 15 años. Nuestro primer número estaba dedicado al espejo, esencia de la fotografía y a la vez su más feroz oponente, realizamos un número bellamente construido en negros feroces y grises luminosos, un poema fotográfico adolescente, intenso e incompleto como cualquier vida que se precie de haber sido vivida. Dedicamos este número 56, con el que cumplimos apenas 15 años, al paso del tiempo. Hoy les ofrecemos un diario en blanco, una guía para un viaje que durará todo un año. Un diario puede ser una biografía, pero puede ser también una página en blanco, lista para ser rellenada en cualquier día de cualquier año, en cualquier viaje, de cualquier vida. Volvemos a un blanco y negro tal vez más tranquilo, menos vibrante, seguramente porque en estos últimos años nuestro viaje está atravesando una zona de turbulencias y el color no se ajusta, el movimiento imperioso no deja espacio para la lírica y nunca nos interesó la épica. No cambiamos ahora de siglo, pero el cambio de estos días es sin duda más definitivo, volvemos hacia atrás en el tiempo, la nave va cayendo en un agujero de gusano y no sabemos dónde llegaremos, si al pasado o al futuro, o tal vez a algún lugar fuera del tiempo tal y como lo conocemos. Por suerte las nuevas cámaras fotográficas que llevamos nos permitirán seguir mostrándoles los gestos de una cultura, de una sociedad cambiante, a veces ajenas al paso del tiempo, queriendo ignorar la realidad más absoluta: el tiempo pasa. Y no hay máquina fotográfica ni fotógrafo en el mundo que pueda retenerlo por completo en una macrofotografía a tamaño natural. Solamente podemos aislar fragmentos de vidas, de realidades, de mentiras, de sueños, obras de arte o errores de la inteligencia. La fotografía no detiene el tiempo, viaja con él. Y eso es lo que EXIT ha demostrado durante los últimos 15 años: llevamos 15 años, 56 números, poniéndoles un espejo formado por miles de fotografías delante de ustedes. No pretendemos que se reconozcan, sino que se sueñen, que se busquen… y que encuentren aquello que nunca imaginaron, que nunca buscaron. Porque EXIT es algo más que una revista de arte, que una revista de fotografía, es una revista en la que las imágenes nos enlazan con el tiempo, con la sociedad, con otras personas. Cada número es un viaje y toda la colección un auténtico y fascinante viaje en el tiempo. Porque 15 años no son solamente 15 años, 5.475 días, 131.400 horas, 7.884.000 minutos, sino todo lo que ha pasado en ese tiempo abstracto que nunca sentimos como algo real. Sam, el pianista negro de Casablanca era invitado continuamente a “tocarla otra vez”, la misma canción, como el tic tac de un reloj que marca las horas… pero siempre son las horas que faltan. “Reloj, detén tu camino, porque la noche se acaba…” decía otra canción, anunciando la despedida, la huida, la separación, algún tipo de muerte, que vendrá con el alba, como siempre. Porque el tiempo no es eso que creemos que dice el reloj, el tiempo es lo que pasa mientras suceden las cosas, mientras la vida se nos va. Por eso luchamos por viajar hacia atrás y hacia adelante, queriendo evitar seguir sus leyes, pero nuestros viajes en el tiempo son predecibles y casi siempre desafortunados. El tiempo siempre gana.
Escribo este texto el mismo día que, hace 25 años, caía el Muro de Berlín. Los niños de entonces hoy son adultos y aquel hecho les parece prehistoria. Los que entonces éramos ya adultos hoy estamos cerca de ser viejos, nuestras ilusiones se han cumplido, algunas, y recordamos ese día con toda claridad, un hecho que marcaría nuestra época y nuestra historia. Por el camino se han quedado hermanos, amigos, amantes, viajeros del tiempo que se fueron saliendo por las fisuras del viaje. La percepción de esta fecha, su recuerdo, define de alguna manera el paso del tiempo, que no solamente es de una dirección sino de muchas: viaja hacia adelante con la imaginación y hacia 9 atrás con el recuerdo. El tiempo es una medida que cada uno altera según su consciencia y sus deseos, sus ansias y sus miedos. Intentamos atraparlo en días, horas, minutos, en años y décadas. Siglos. Pero estas marcas en el transcurrir del tiempo son tan artificiales como las líneas que dividen los países en los mapas, cambiantes, falsas, invisibles. El paso del tiempo solamente lo notamos después, no mientras sucede. Su velocidad es, entonces, irremediable, cuando nosotros habíamos creído que cada día tenía las mismas 24 horas, que cada año eran siempre (menos esos absurdos años bisiestos) 365 días. ¿Cuántos años tiene una vida? Cada viaje es diferente, cada año dura un número diferente de días y, por supuesto, cada día no tiene nunca 24 horas. Eso lo sabemos todos los viajeros del tiempo.
La fotografía quiere ser esa cápsula que aísla un preciso momento ya para siempre… siempre, siempre, siempre, igual, inmutable en un entorno que cambia y envejece. Ese mundo que está fijado en el fragmento de papel que es una fotografía solamente amarilleará, el color, la luminosidad, se alterará, pero la imagen permanecerá como en el día aquel, ya lejano, en que se tomó, en el que el fotógrafo la vio con sus propios ojos, unos ojos que ya se cerraron, que durarán menos que aquello que vio. En este EXIT que finaliza toda una época hemos seleccionado algunas de las fotografías, de los artistas, que intentan atrapar el paso del tiempo. No solamente un momento concreto, ni siquiera un fragmento temporal, sino ese cambio sutil, esa transformación que el paso del tiempo realiza sobre todo lo que toca. Retratos de lo que se fue mientras se estaba yendo. Esa es la auténtica magia de la fotografía, no era aquello de atrapar el momento preciso y eternizarlo, no se trataba de cuestionar la realidad, la verdad a través de la mentira y de lo artificial, se trataba simplemente de retratar al propio tiempo. De hacer el retrato preciso y cambiante del transcurso del tiempo, de fotografiar el movimiento de la vida. Ese es nuestro viaje en el tiempo, un viaje que todos hacemos. El gran viaje.
El número 56 de EXIT es una agenda del año 2015, acompañada de la editorial de Rosa Olivares que acaba de leer e ilustrada con imágenes en blanco y negro. Por este motivo, no encontrará más contenidos de EXIT 56 en EXIT MEDIA.