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Trabajando en domingo

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Jeff Wall. Mimic, 1982. Transparency in Lightbox 198 x 229 cm Courtesy of the artist

La maldición bíblica que nos adelantaba que el trabajo, sinónimo de esfuerzo, sudor y cansancio, sería el compañero eterno de nuestras vidas se ha visto alterada en estos últimos 21 siglos de existencia humana. Ciertamente, el cristianismo y después el marxismo habían suavizado el asunto asegurándonos que el trabajo otorga dignidad, que fuera de la esfera del esfuerzo, de la mejora de los medios de vida, de la evolución que personifica el trabajo, cualquier dedicación es ociosa, vana e incluso peligrosa. Sin embargo, no queda claro entonces por qué el ser humano se esfuerza, generación tras generación, no sólo por mejorar la calidad de vida, sino por hacer que esta mejora vaya asociada inexorablemente a trabajar lo menos posible. Sí, el trabajo dignifica, pero tal vez la dignidad no sea suficiente contrapartida para ciertas cosas.

Es el siglo XIX el que centra gran parte de su desarrollo en una temática novedosa en aquel momento, el trabajo y su cambio social, el desarrollo industrial, la capacidad organizativa de las masas obreras, las revoluciones liberales, las reivindicaciones sociales. Si bien la imagen de los trabajadores del campo, sobre todo simbolizadas en los segadores -imagen que arrastramos desde el alto Egipto hasta hoy- ha estado presente tangencialmente en la iconología plástica, es en el XIX cuando la iconología del trabajo industrial es tomado como una referencia de la modernidad. La fotografía, que nace estrictamente dentro de la evolución maquinista característica de este siglo plagado de modernidad y cambios, es el medio más adecuado para plasmar a estos nuevos parias, a estos nuevos héroes que surgen de la mina, que salen de la industria, haciéndonos olvidar que la esclavitud tiene muchas caras. Lewis W. Hine, August Sander, Margaret Bourke-White, Walker Evans, W. Eugene Smith, Lee Friedlander… y tantos artistas anónimos que fueron testigos para la eternidad del cambio social que se desarrollaba a su alrededor en una revolución imparable y que hoy en día nos parece una postal amarillenta.

Aernout Mik. Middlemen, 2001. Stills from video installation Digital video on DVD, loop Courtesy Carlier | Gebauer Galerie, Berlin, CaixaForum, Fundació ‘la Caixa’, Barcelona

Cambiaron los escenarios y los protagonistas, la fábrica se sustituye por la oficina, y el minero deja paso al broker en una evolución que a veces se centra más en los signos exteriores que en los conceptos esenciales. Se vive mejor ahora y se trabaja menos…, pero los estragos del mundo del trabajo dañan a estos nuevos héroes que se visten de diseño italiano como nunca, al parecer, dañaron a los trabajadores anónimos de las oficinas y fabricas antiguas. Pero, a pesar de todo, ya no significa una revolución. El trabajo es inevitable, pero todos trabajamos para intentar dejar de trabajar lo antes posible. El Estado, la burocracia, y otros recursos varios han alterado la relación estereotípica del obrero. Y las mejoras laborales (la ilegalidad del trabajo infantil, la igualdad de la mujer en el mundo laboral…etc.) se han sucedido en una gran parte del mundo anulando la posible repetición del obrero como sucedáneo de esclavo, como tópico visual. Claro que siempre queda esa otra parte tercermundista que sigue nutriéndonos de imágenes extraordinarias, llamativas, exóticas, que recuerdan que el trabajo debe ser eso (esfuerzo, sudor, dolor, sacrificio) si quiere ser el tema de una fotografía. En este sentido el papel de la fotografía documental es muy criticado, pues repite hasta el asco las imágenes de la explotación del ser humano en latitudes ajenas, trasladando esas instantáneas de la denuncia al póster, del documento social al objeto expositivo pasando por encima, casi siempre, de la individualidad del ser, negando el derecho a la privacidad, a la propia imagen. Derechos que nadie discute en una sociedad desarrollada en la que nadie puede comerciar con tu imagen impunemente.

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Jeff Wall. Untangling, 1994. Transparency in Lightbox 189 x 223 cm. Courtesy of the artist
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Lee Friedlander. Cleveland, Ohio from series Factory Valleys, 1979-1980. Courtesy Fraenkel Gallery, San Francisco, and Die Photographische Sammlung, Cologne
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David Goldblatt. Team boss and mine foreman on a peddle vehicle Rustenburg platinum mine South Africa, 1971

En cualquier, caso la imagen del trabajo ha dejado de ser una referencia del mundo del arte. Sólo el documentalismo fotográfico la mantiene. Sin embargo con la fotografía y el vídeo más reciente, el mundo del trabajo vuelve a aparecer, si bien tímidamente y casi siempre bajo similares tratamientos, en el arte más actual. Son artistas que reflejan los cambios sociales, los giros en las relaciones y pactos entre individuos, que manifiestan una postura a veces irónica, a veces simplemente objetiva, acerca de las condiciones actuales del trabajo. Una nueva sociedad, unas nuevas relaciones laborales, unos nuevos protagonistas y unos nuevos escenarios. La mina, el campo, la fábrica se han transformado y los artistas plantean esa transformación. Y es que, en la sociedad actual todos somos trabajadores. Los retratos de August Sander ya no tendrían sentido, pero todos los retratos de tantos fotógrafos actuales están presentándonos a personas que trabajan, que son obreros, oficinistas, empleados, abogados, médicos… pero esa parte de su personalidad no es necesariamente mostrada simbólicamente con el entorno o las herramientas de su trabajo. Las herramientas actuales son otras y, en cualquier caso, la igualdad social y los estereotipos de las sociedades desarrolladas hacen que difícilmente podamos diferenciar a un abogado de una dependienta de una boutique por su aspecto exterior. Todos nos mezclamos y confundimos más allá de nuestros oficios y ocupaciones hasta un límite que el arte difícilmente puede reflejar en sus aspectos externos. La fotografía que Roland Fischer realiza a los empleados de una empresa metalúrgica no dice nada de cada uno de los cientos de individuos que aparecen en la imagen, sólo el título –Steel Workers– lo aclara. Podíamos ser nosotros, podía ser cualquiera porque todos somos trabajadores.

La representación del mundo del trabajo se plantea estéticamente desde unos parámetros muy diferentes. En la obra de Andreas Gursky la masificación característica del trabajo en cadena es uno de los temas a destacar. El escenario, un paisaje minuciosamente detallado en sus fotografías, vacío o habitado, es el protagonista. Empresas textiles, oficinas y un lugar que se repetirá frecuentemente: el parquet de las bolsas, los brokers son los trabajadores por excelencia del arte actual. Gursky abunda en el tema de los mercados especulativos, reflejando la internacionalidad y cosmopolitismo de un trabajo selecto que mantiene, no obstante, muchos de los elementos del trabajo en el siglo XIX, y en el que sus protagonistas caen desfallecidos como en una batalla al final de la sesión. Aernout Mik es el colofón a esta situación con esos paisajes del ‘después de la batalla’ en los que el desorden, el desfallecimiento, el agotamiento, son aspectos a destacar.

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Detail of boss-boy Battery Reef, Randfontein Estates gold mine South Africa, 1966. Cortesía MACBA, Barcelona
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Yto Barrada. Usine 2, Usine 5 Serie The straits, a record of northern ennui. Usine conditionnement crevettes, Tanger, 1998. Each 100 x 100 cm Courtesy Galerie Polaris, Paris
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La ironía y la parodia, en obras como las de Lars Tunbjörk, Pilar Albarracín, Gaüeca o Miguel Calderón; la apropiación de otros mundos artísticos en Sharon Lockhart, la tendencia al kitsch de Daniela Rossell, o la presencia a veces provocativa por su anacrónica belleza en las imágenes de Sebastião Salgado, van conformando un paisaje social en el que el trabajo es visto desde perspectivas divergentes y que nos ofrecen un panorama mucho más rico y en consonancia con una sociedad plural en la que el trabajo sigue siendo una maldición. El anacronismo de unas imágenes ancladas en estéticas pasadas no puede hacernos olvidar que los referentes estéticos de la historia de la pintura se engarzan con los del cine de autor y que hoy casi todo vale en lo que se refiere a las intenciones y resoluciones plásticas. Así, asistimos a los ejemplos que uno de los artistas más indiscutibles de las últimas décadas, Jeff Wall, produce en diferentes momentos de su trabajo. Escenografías en las que el trabajador estalla en el lugar de trabajo, presa del stress y la tensión, en el enfrentamiento con el superior, con el control. Y también paisajes interiores en los que el limpiador nocturno ofrece una imagen melancólica y casi intimista, en una escena en blanco y negro a contrapié totalmente del trepidante escenario del arte actual.

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Daniela Rossell. Sin título, de la serie Ricas y famosas, 2002. Cortesía Turner Publicaciones, Madrid

Ya no hay más héroes. La desacralización de los oprimidos, de las víctimas y del igualitarismo social de las formas destaca en estos nuevos tratamientos del mundo del trabajo. Pero la duda sigue siendo si el trabajo debe ir inevitablemente unido al dolor y al sacrificio, si sólo puede ser una maldición. Si el artista es un trabajador o su esfuerzo es de otro origen. Porque el mundo del trabajo ha cambiado y ahora somos muchos los que trabajamos también los domingos.