Si no tienes miedo deberías tenerlo porque en las próximas páginas vamos a alterar tu percepción de la realidad, de esa realidad cotidiana que crees conocer, que piensas que controlas. Para empezar debes saber que no controlas nada, que en cualquier momento puede pasar lo que nunca imaginaste que te podría suceder. En cualquier momento tu vida puede dejar de ser como tú la conoces y convertirse en otra cosa totalmente distinta. Deberías tener miedo, deberías ser precavido, porque el horror está ahí, a tu alrededor, porque lo increíble sucede continuamente. No hablamos de una invasión extraterrestre, porque con una guerra es suficiente para que el mundo se convierta en un infierno. Una abducción por otro tipo de vida de otras galaxias lejanas no es lo peor que te puede pasar.
El miedo a lo desconocido, al dolor, al sufrimiento, a la soledad, a la enfermedad, domina nuestra existencia
En las siguientes páginas te explicaremos que el miedo esencial es a la muerte, una necedad si pensamos que la muerte nos espera a todos en alguna parte, en algún momento. El miedo a lo desconocido, al dolor, al sufrimiento, a la soledad, a la enfermedad, domina nuestra existencia pero existen otros miedos permanentes, propios y prestados, a una explosión nuclear, a una plaga, a una enfermedad sin cura, al mar, a las alturas, a la oscuridad, pero también a los payasos, a los monstruos, a la deformidad… y luego vienen las fobias… fobias a casi todo. Vivimos aterrorizados en un mundo hostil, y sin embargo nos gusta. Aquí estamos, muertos de miedo, pero vamos a unos lugares oscuros, pagamos una entrada para sufrir colectivamente ante sucesos que nunca querríamos vivir. En el cine exorcizamos nuestros más oscuros terrores viendo como otros los sufren. En las ferias populares existe siempre el tren del terror, en el que entramos entre risas y bromas dispuestos a asustarnos y a gritar aunque sabemos que son muñecos, tinta en lugar de sangre… Pero el miedo, el grito, el susto, son de verdad.
Unos tienen miedo a lo desconocido, pero es lo conocido lo que resulta insoportable. Nos da miedo un monstruo de dos metros de alto formado por pedazos de cuerpos muertos, que apenas sabe andar o hablar, nos aterrorizan esos seres inmortales que se alimentarían de nuestra sangre chupándonos el cuello hasta el éxtasis, pero será un vulgar hombre el que nos viole y nos mate y luego abandone nuestro cuerpo, como un objeto sin sentido, en cualquier basurero, en cualquier campo recién sembrado. Entre los seres de ficción y los hombres, protégete de los hombres, porque suele ser la realidad lo que nos hace daño, aunque no siempre se puede saber con exactitud lo que es la realidad y hasta qué punto es ese miedo a lo real lo que nos lleva a crear miedos llenos de fantasía, procedentes de Urano, del subsuelo, del futuro, muertos que nunca mueren y se alimentan de nuestra carne…
Es muy difícil atrapar al miedo en una sola definición, es incluso complicado entender el miedo de los otros, pues no es el nuestro. Realizando este número de EXIT hemos comprobado que lo que a unos les impide dormir, para otros no tiene importancia. Pero todos hemos mirado debajo de la cama alguna vez, y miramos los armarios de las habitaciones de los hoteles para confirmar no sabemos muy bien qué, pero seguimos mirando cada vez que llegamos a otro hotel, a otra ciudad. En nuestros sueños siguen apareciendo extraños que nos atrapan, o atrapan a nuestros hijos y se los llevan. Son el Hombre del Saco, un pederasta, un violador, el mal. Seguimos huyendo de Jack el Destripador o de sus nietos que siguen acechando en los callejones oscuros de un Londres que sigue siendo terrorífico por la noche… la noche, esa otra realidad donde la luz nunca es suficiente y todos los miedos están presentes. La oscuridad que todo lo cambia y donde tenemos miedo de nuestra propia sombra, un gigante sin cuerpo que nos sigue y nos acecha. Aunque a los niños se los llevan de los parques a pleno sol, a primera hora de la tarde, porque los niños no pueden estar solos en la calle por la noche, pero también los matan por el día. Nosotros estamos solos, viajamos solos, vivimos solos, en el campo o en las grandes ciudades en las que a nadie les importa si no llegamos a casa para dormir en nuestras camas, después de mirar que debajo de la cama no haya nadie.
Todo puede pasar. Lo peor no necesariamente viene de lejos. Lo peor es lo que se puede esconder debajo de nuestra cama
Dar visibilidad al miedo es siempre una cuestión elíptica, alusiva, simbólica. Porque el miedo no tiene forma, tiene mil caras y todas son diferentes para cada uno. Asesinos en serie, violadores, guerras, desastres naturales, animales, seres humanos que se vuelven animales, en su forma unas veces en sus intenciones otras. Esas vidas en lugares inhóspitos, la vida entre pantanos que suponemos llenos de cadáveres, pero también la violencia en el hogar, ese miedo imposible de compartir a esa persona que te debería cuidar pero te maltrata, te golpea, abusa de ti, sistemáticamente, todos los días, todas las noches. Tu peor miedo: tu padre, tu marido, tu hijo. El miedo en nuestra propia piel, la enfermedad, una célula, que no podemos ni imaginar, está cambiando nuestro sistema neuronal; un cáncer; algo dentro de nosotros cambia, el SIDA, una infección tal vez producida por un insignificante mosquito que nos matará después de atroces dolores. El vecino, siempre tan amable, que un buen día llama a la puerta con una pistola, un machete, un puñal y nos corta en pedazos, nos viola, nos destroza el cuerpo y el alma. Todo puede pasar. El payaso de la fiesta infantil puede ser un sádico asesino y los habitantes de una ciudad de Europa que albergó los Juegos Olímpicos de Invierno se convertirá en un matadero humano, niños, mujeres, hombres, víctimas de un genocidio, de una limpieza étnica. Todo puede pasar. Lo peor no necesariamente viene de lejos. Lo peor es lo que se puede esconder debajo de nuestra cama, dentro de nuestras casas, aquello en lo que confiamos, con lo que nos deberíamos sentir seguros. El miedo no tiene imagen, está en el aire, son ideas, repentinas llamaradas, cambios de ruta en un viaje previsto que desemboca en tragedia y no en las mejores vacaciones de nuestra vida. El horror.
No podemos hacerle una foto al miedo, podemos fotografiar miles de momentos terribles, que nos producen miedo. Podemos retratar las caras, las miradas de los que una vez estuvieron aterrorizados. Miles de imágenes que pueden dar miedo, símbolos del miedo que ya no dan miedo como Frankenstein o Boris Karloff, esos monstruos del cine mudo, esos asesinatos en blanco y negro que nos asustaron a nosotros y que a nuestros hijos les hacen reír hoy. En el cine corren ríos de sangre, y a veces esos monstruos, esa carne despedazada puede dar miedo, pero lo peor no es todo ese juego de efectos especiales, lo peor son las miradas del miedo, lo sutil, lo que sabemos que aunque improbable puede suceder porque sucede siempre en algún lugar del mundo. Decenas de guerras se luchan en el mundo, de muchas de ellas no sabemos nada, no salen ni en las noticias. Cientos de personas son torturadas todos los días en cárceles y sótanos tenebrosos, miles de mujeres y niños son abusados, violados, golpeados y asesinados todos los días en este nuestro mundo ideal. Muchos de nosotros sólo lo vemos en las películas, en los cines, otros son protagonistas anónimos. Nos sorprendemos cada vez que aparece la noticia de que un modélico ciudadano tenía en su sótano secuestrada a una niña durante años, a la que violaba sistemáticamente y embarazaba, añadiendo sus hijos al secuestro, mientras que en la planta de arriba vivía con su esposa y en el jardín cultivaba bellas plantas. No hay imagen que resuma ese horror. Todos los días leemos que aparecen cuerpos desollados vivos, con las cabezas cortadas, colgados de los puentes, en maleteros de coches. Es el narco, el ejército, la policía, la mafia, da igual. Son miles en todo el mundo. Nosotros vamos al cine a ver Drácula, pero el miedo real está en The Lovely Bones, un miedo que muchos hombres no entienden. Porque aquí también es importante si eres mujer, si eres un niño, los más débiles, los más pobres, son quienes más miedo tienen. Aunque el miedo, en sus infinitas formas, llega a todos, como los gases mortíferos, como el cáncer: nadie está a salvo. Tal vez por eso el miedo sigue siendo uno de los temas favoritos de todos en películas y lecturas. La fotografía lo rodea, lo define, intenta reflejarlo en los retratos, ficciona su realidad, busca símbolos que lo represente, y al final cierra el círculo de la imaginación cuando se centra en el individuo que intenta sobrevivir a la tragedia. Piensa en lo que te da miedo a ti. Así te conocerás mejor.
Y ahora, ¿tienes miedo?