Una casa, su casa y mi casa, es algo más que un proyecto arquitectónico, más que una unidad de construcción. Mucho más que un espacio diseñado para habitar. Una casa, todas y cada una de las casas, desde las más lujosas y grandes hasta las más sencillas, las más pequeñas y las más humildes, es ese lugar en el que cuando entramos nos sentimos seguros, a salvo de la vorágine que dejamos detrás de la puerta. Es como cuando jugamos al parchís y llegamos a unas de esas casillas en las que estás seguro, donde ningún otro jugador te puede comer, y tú respiras y descansas antes de volver a salir a la lucha diaria.
La casa, la vivienda, se ha convertido en un objeto de lujo, algo inalcanzable para muchos, incluso para personas con trabajo en las ciudades modernas
Una casa es ese lugar en el que hemos estado, prácticamente todo el mundo en todo el planeta encerrados un buen número de meses, solos y sin salir. Sin previo aviso nos hemos tenido que quedar todos en casa por nuestra seguridad y la de los demás, aislados, confinados. Hemos tenido que trabajar, comer, dormir, socializar, compartir en ese espacio en el que hasta ese momento apenas pasábamos muchos de nosotros un mínimo espacio de tiempo, tal vez solo para dormir y algo más los fines de semana. Dependiendo del clima de cada zona de la tierra, las casas son cuevas o lugares abiertos y de paso, pero de pronto todo fue un espacio cerrado, a veces compartido y otras muchas en soledad. Hemos comprendido la importancia de la luz, de la comodidad, de la eficacia de nuestras casas, hemos cambiado de forma de vestir, de comer, muchos han vuelto a hacer ejercicio, otros han regresado a los libros. Pero todo ha sido entre esas pocas paredes que delimitan nuestra casa. Es un fenómeno mundial que, sin duda, ha dado un giro a la mentalidad de la humanidad, un giro hacia la esencia de la vivienda, de lo que debe ser y de lo que significa.
Una casa es mucho más que esto, es también un álbum de imágenes recordadas, de momentos pasados, un retrato de quien la habita y una película de nuestra vida
Todo ser humano tiene el derecho universal a una vivienda digna y adecuada según está contemplado en el artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Sin embargo, los sin techo son una legión que crece en las grandes ciudades, y la emigración forzosa, por guerras, desastres naturales, cuestiones políticas, genera riadas de personas, de millones de personas que abandonan sus hogares hacia la nada, dejando atrás sus casas y sus pertenencias, una parte esencial de su vida y de sus personalidades, de aquello que son. Paul B. Preciado dijo “Si quieres cambiar a un hombre, modifica su apartamento”, la pérdida de su casa, de su apartamento le cambiará la vida para siempre, aunque consiga (algo difícil) un nuevo hogar algún día. La casa, la vivienda, se ha convertido en un objeto de lujo, algo inalcanzable para muchos, incluso para personas con trabajo en las ciudades modernas que comparten piso, reduciendo su casa a una habitación, mucho más allá de la juventud. La especulación inmobiliaria debería ser un delito perseguido internacionalmente en lugar de un espléndido negocio.
La casa ideal es la tuya, es la mía, es en la que vives y puedes aislarte del exterior, en la que eres feliz
Una casa es mucho más que esto, es también un álbum de imágenes recordadas, de momentos pasados, un retrato de quien la habita y una película de nuestra vida: la casa de los abuelos, la de los padres, la primera en que viviste solo, donde vives con tu familia, la casa donde veraneabas de niño… cada una diferente, como diferente eras tú en el momento en que vivías en cada una ellas. “Imaginar una casa es imaginar el mundo entero” (Yona Friedman). Pero no hay una casa ideal, como no hay un hombre ideal, cada casa se hace viviendo en ella. “La casa ideal es la que uno puede hacer suya sin alterar nada” (Alison y Peter Smithson). La casa ideal es la tuya, es la mía, es en la que vives y puedes aislarte del exterior, en la que eres feliz, y puedes estar solo, es esa a la que llamas “mi casa”.
* Todas las citas de este texto están tomadas del libro Mi casa, tu ciudad. Privacidad en un mundo compartido. Fernanda Canales. Puente editores, Barcelona 2021