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Ser o sentir

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Fotografía Bas Jan Ader de un hombre llorando.
Bas Jan Ader. Study for I’m too sad to tell you, 1971.Courtesy of The Estate of Bas Jan Ader, Mary Sue Ader Andersen, The Artist Rights Society (ARS) New York, VEGAP, Madrid, and Meliksetian | Briggs, Los Angeles.

Los hombres también lloran. En las siguientes páginas encontraremos algunos ejemplos brillantes, no solo por el brillo de las lágrimas corriendo sobre sus caras, sino por la brillantez de la mirada del fotógrafo que sabe rescatar un sentimiento que se suele esconder. Y lo plasma, tal vez, para siempre; para enseñarnos que la fragilidad del hombre le hace humano, como la fortaleza de la mujer la ha convertido en una superviviente en el infierno.

Las siguientes páginas están llenas de dolor, de soledad y de tristeza, también de amor, de deseo, de placer, de bienestar, de ira y de alegría. Hay de todo. Desde el desasosiego del adolescente que se siente terriblemente solo en el silencio de los pasillos de su colegio, hasta el que sueña ya toda la vida con el cuerpo perdido de la amante muerta. Padres que lloran a hijos, y también hijos que lloran y rinden el homenaje del recuerdo a sus padres. Unos amores que nacen, otros que mueren… la tristeza y el miedo. Mujeres aburridas, cansadas e infelices, y hombres que no saben que es lo que echan de menos, pero se sienten vacíos. En fin, este EXIT que está usted empezando a leer en estos momentos está dedicado a los sentimientos y a cómo la fotografía es capaz de atraparlos en un parpadeo, en un guiño, antes de que se escurra por el borde de la lente.

Decía Henri Cartier-Bresson que “tomar una fotografía es alinear la cabeza, el ojo y el corazón”. Sobre todo los fotógrafos clásicos hablan mucho de sentimientos, de cómo lo más importante no es la cámara ni la lente, sino la empatía con las personas que estás retratando. Como detrás del ojo, en la cabeza, pero también en el corazón, en la piel, es donde se gesta esa imagen que luego nos hará pensar, sonreír, nos llenará de desolación. Y pienso en los cientos de fotógrafos que, en guerras, desastres de todo tipo, solo han podido disparar su cámara, que hacer esa foto ha sido todo lo que han podido hacer. Todos aquellos que con la desgracia y el dolor de otros han conseguido llevarnos al núcleo de la destrucción y del sufrimiento. No solamente han sido testigos y todos hemos visto a través de sus ojos, sino que nos han hecho sentir en una empatía universal un sentimiento universal. Han sabido alinear nuestro corazón con sus ojos.

Porque son los sentimientos, más que las ideas, las razas o las nacionalidades, lo que nos une y nos define

Parece que hoy la fotografía se ha enfriado y ya no nos ofrece esa capacidad de estar en todas partes, o tal vez nos hemos simplemente acostumbrado. Pero la fotografía sigue mirando hacia las personas, tal vez de una manera más sutil, más sofisticada, más literaria. Los fotógrafos ya no solamente buscan las grandes tragedias sino los pequeños dolores, esos que todos tenemos en algún momento. Con las imágenes, tal vez con una sola sea suficiente, se construyen grandes historias.

Con las palabras se construyen historias épicas y breves haikus. Se puede escribir, con las mismas letras, los versos más tristes y la campaña militar más terrible y sangrienta. No es solo narración, es poesía, abstracción, sugerencia, romanticismo o afán bélico. Gloria y miseria. Es la narración de los hechos, reales o imaginados, sobre los que se construye nuestra civilización.

Muchos piensan que con las imágenes solamente se puede mostrar una realidad que, aunque tal vez ajena a la verdad, es tangible. Se fotografía lo que se ve. Pero… ¿y lo que se siente? ¿Aquello que no se ve?

La imagen, tanto la pintura como la fotografía, definen una expresión concreta, un gesto urgente. La figura humana, el gesto, nos habla de los sentimientos, del talante de la persona que se reproduce, es casi un signo lo que se nos ofrece. En una imagen puede caber todo el dolor, toda la tristeza… pero hay otras formas más sutiles tal vez, menos directas, más narrativas. Y la fotografía lo desarrolla con sutileza y con todo detalle, dándonos entrada a situaciones de una gran intensidad, desde el dolor de la pérdida hasta la soledad frente al abuso, esa soledad llena de desamparo y tristeza, de un dolor que no deja herida sobre la piel. Es lo que no se ve. Lo que se intuye detrás de la imagen, que sigue mas allá de la propia fotografía.

Esta revista está llena de sentimientos. Sentimientos de todo tipo. Seguro que alguno, tal vez muchos, son compartidos por ustedes, lectores que comparten nuestro trabajo cada tres meses. Porque son los sentimientos, más que las ideas, las razas o las nacionalidades, lo que nos une y nos define. La fotografía solamente nos los muestra y nos los hace presente. Nos recuerda quiénes somos y de qué estamos hechos.