post_type:editorial

currentRevistaNum:73

currentRevistaNombre:EXIT

Revista anterior: EXIT 72 Masculinidad96333
Articulo anterior: William Glaser
Articulo siguiente: Grupos: retazos de una historia de todos
anterior

Retrato de grupo con perrito

siguiente
Agnès Varda. Chine, 1957. Courtesy of the artist. © Agnès Varda

Normalmente no nos damos cuenta de casi nada, por eso viene bien prestar atención a algunos expertos, investigadores, leer algunas publicaciones, libros, revistas. Viene bien sobre todo prestar atención a lo cotidiano, porque en ese anodino y repetitivo día tras día está casi todo. Nos acostumbramos a todo tan rápidamente que olvidamos cómo eran las cosas, la vida, antes de este mismo momento. Por ejemplo, no hace mucho tiempo que los ciudadanos no conocían de sus gobernantes nada más que los nombres, y que un príncipe, un presidente, el líder de un movimiento social y, por supuesto, los escritores o pintores podían pasear tranquilamente por cualquier calle, sin que nadie les reconociera. Eso se terminó con el nacimiento de la fotografía. Al terminar la Primera Guerra Mundial en Alemania se inicia el fotoperiodismo y en muy pocos años los políticos de todo el mundo ya aparecían con sus retratos en toda la prensa ilustrada. Entre 1928 y 1933 el doctor Erich Salomon iniciaría el fotoperiodismo en Alemania; él hará los primeros retratos de los políticos, de las grandes cumbres internacionales, dando pie a los primeros retratos de grupo de personalidades políticas. Hoy, lo primero que hace un gobierno recién nombrado en cualquier país del mundo es hacerse un retrato, presidente y ministros, todos juntos. Un retrato colectivo, un retrato de grupo. Un grupo de amigos que se juntan a celebrar lo que sea se hará un selfie. Un retrato colectivo. Todos nos exponemos públicamente como algo habitual: parte del mundo privado se va deshaciendo poco a poco.

Un retrato no es solamente la representación de la imagen de un individuo, en la que se define e individualiza su identidad y aspecto físico

Illustration
Zhang Huan. To Raise the Water Level in a Fishpond, Beijing, China (performance), 1997. Courtesy Zhang Huan Studio and the artist.

En el texto central de esta revista se recorre someramente, de la mano de Rafael Doctor, esa breve, por resumida, historia del retrato colectivo en la historia del arte; su transformación en una forma popular de celebrar, de recordar, de homenajear al grupo a partir de la aceptación popular de la fotografía. Su evolución es similar en cualquier parte del mundo: desde los elegantes retratos de August Sanders en Alemania a las imágenes casi antropológicas de Rutilo Patiño en México, o las alegres y desestructuradas de Seydou Keïta realizadas en Mali. La fotografía no solamente democratizaría la representación del individuo como un ser único y excepcional, sino que nos igualaría en gestos y formas: todos sonreímos a la cámara cuando nos hacen un retrato pero, curiosamente, todos nos ponemos serios cuando ese retrato es en grupo y somos conscientes de que significará mucho más que simplemente una reproducción de nuestra imagen, cuando somos conscientes que eternizará un momento, se convertirá en una imagen irrepetible que establece una marca en el tiempo. Aunque sea en la historia privada de nuestra familia. Esas imágenes de tantas familias, de cualquier parte del mundo, posando serios delante de la cámara para la foto del libro de familia así nos lo muestran. Son momentos claves en las intrahistorias particulares.

Illustration
Evelyn Hofer. Three boys at the front row, New York, 1975. Courtesy of the State of Evelyn Hofer and Gallery M Bochum.
Illustration
Mimmo Jodice. Spectaculum Spectatoris, Musei Vaticani, 2015. Courtesy of the artist.

Un retrato no es solamente la representación de la imagen de un individuo, en la que se define e individualiza su identidad y aspecto físico. Para que un retrato sea así considerado hace falta que la persona o personas retratadas de alguna forma participen en ese gesto, que miren a la cámara, que sean conscientes de que están siendo retratados, mirados por la cámara. Sobre todo, hace falta que con esa imagen pueda ser reconocido entre otros similares. Esa es la esencia real del retrato: el reconocimiento del individuo como un ser concreto, con nombres y apellidos, filiación clara y única. El pionero en usar la fotografía como un método de reconocimiento e identificación fue el policía e investigador francés Alphonse Bertillon (1853), que después de fracasar en otros métodos como la medición antropológica, se basó en la fotografía como método infalible y comenzó así la identificación y los registros de los delincuentes, muertos y enfermos. Fue el escocés Allan Pinkerton (1819) espía y detective, que creó la primera agencia de detectives de la historia, quien utilizaría a partir de 1866, con más sistema y éxito, la fotografía como elemento de reconocimiento y clasificación de delincuentes, empezando a imprimir los famosos pasquines de búsqueda y recompensa. Este sistema también se usaría en grupos de bandoleros, aunque en este caso la identificación siempre sería de mayor dificultad. A partir del origen nos damos cuenta de que en el retrato grupal no es el reconocimiento individual, sino la pertenencia a un grupo determinado lo que está en juego.

El uso más habitual del retrato de grupo tiene un valor conmemorativo, y también como documento oficial. Pero su uso se extiende desde la esfera social más pública de mayor nivel,

Illustration
Slawomir Elsner. Handbailtrainer, 1999. Courtesy of the artist.

El uso más habitual del retrato de grupo tiene un valor conmemorativo, y también como documento oficial. Pero su uso se extiende desde la esfera social más pública de mayor nivel, como la política, los grupos de dirección de empresas, gremios de todo tipo, hasta la más absoluta intimidad: fotos de familia, hermanos, niños, cumpleaños, pedidas de mano y, por supuesto, eventos sociales como bodas, graduaciones y, también, reuniones sociales tales como puestas de largo, excursiones, etc. Es en definitiva un uso de reconocimiento social. En el que ya no es el individuo sino la familia, el grupo político o social, el que reafirma su pertenencia a determinado nivel social o actividad política, laboral o de ocio. En las universidades o colegios, con mayor esmero en los privados y elitistas, la foto del curso, de los egresados, de los equipos deportivos, nos hablan de esos individuos como pertenecientes a un grupo social determinado, se presentan como líderes, miembros de una clase social determinada. La fotografía adquiere aquí una clara connotación de elemento diferenciador de clase y nivel económico. Esa pertenencia que la foto en grupo deja clara es una referencia no ya de que se estuvo allí, sino de que se pertenecía al lugar, al grupo, a la clase que allí estaba: la foto lo atestigua, eso no deja dudas… Hasta que los montajes fotográficos y más tarde el Photoshop dejaron claro que nada puede ser considerado como indudablemente cierto. Igual que la ciencia ha desplazado a través de los análisis de ADN a cualquier otra prueba de reconocimiento individual.

Illustration
Spencer Tunick. Ryan McGinness Party, NYC, 2010. Courtesy of the artist.

Así la fotografía vuelve al sitio al que inevitablemente estaba destinada desde su origen: la esfera de la creación estética, una herramienta con un claro uso social, documental y estético, no alejado de la abstracción simbólica a pesar de su apoyo en la realidad. Una herramienta que habla más del pensamiento y sensibilidad del hombre que de cualquier certeza cuantificable y medible. Si en su origen la fotografía imita y continúa la forma de construcción estética de la pintura, con el paso del tiempo esa relación entre pintura y foto se ha invertido, de tal forma que hoy la pintura reproduce la estructura de la fotografía en los retratos de grupo. De alguna manera desde Velázquez y su retrato de grupo de la familia de Felipe IV, Las meninas (1656), la estructura de esta tipología de retratos es renovada radicalmente. Las Meninas en esencia es el retrato de una familia desestructurada, una familia con perrito; en la historia del arte establece una forma nueva, posiblemente irónica, posiblemente crítica, irreversiblemente diferente, de representar el poder y la familia. La mirada del artista tiene en ese momento mucho de lo que siglos después tendrá la fotografía, entre otras cosas la libertad absoluta de construir y deconstruir al grupo. Así, hoy aceptamos como retratos de grupos algunas de las imágenes que van a ver a continuación, retratos que solo tienen en común que agrupan a más de dos, más de tres personas. Pero ya pueden estar de espaldas, reunir elementos extraños entre ellos, alterar los cánones clásicos del género. Pero sigue presente la intención de remarcar una pertenencia a una estrato social, familiar, cultural concreto.

Si en su origen la fotografía imita y continúa la forma de construcción estética de la pintura, con el paso del tiempo esa relación entre pintura y foto se ha invertido

Illustration
Patrick Faigenbaum. Famille Frescobaldi, Florence, 1984. Courtesy of Galerie De France and the artist.

Finalmente, quiero destacar la importancia de la fotografía de prensa en todo este viaje del retrato de grupo, desde la Alemania de entreguerras hasta el borde del mar Mediterráneo o de los desiertos fronterizos en Latinoamérica, donde los retratos de esos grupos extraños nos muestran otras familias cuyas fotos no son los plácidos posados, no hablan de la complaciente relación familiar o social, sino de la búsqueda de una identidad perdida, de la recuperación de su esencia de personas individuales dentro de una masa de individuos iguales bajo sus mantas rojas, iguales frente al mar o al desierto que enmarca sus figuras: iguales, anónimas, aisladas dentro del grupo.