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Movimiento continuo

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Rogelio López Cuenca. Bienvenidos, 1998. Colección Centro Andaluz de Arte Contemporáneo

El hombre lleva andando desde antes de ser nombrado hombre, cuando estaba en esa zona ambigua del origen social de una especie que estaba naciendo. Hace más de 70,000 años, cuando no existía la tierra como hoy la conocemos, se desplazó desde África hasta el norte de Europa. Andando sobre lo que hoy son mares y antes fueron tierras fértiles y zonas desérticas. Se desplazaban en tribus huyendo de las malas condiciones climáticas y buscando lugares más seguros, lejos de las tribus violentas. Hoy sigue caminando, huyendo de las malas condiciones, de los desastres naturales y de la violencia y las guerras. Cruza desiertos donde antes había tierras fértiles, y mares donde antes había valles, fronteras que la naturaleza nunca tuvo y que solo la ambición y el miedo de los hombres levantan como muros contra su propia especie.

En este siglo XXI, sin embargo, esos desplazamientos han evolucionado y se han diversificado. Desde la necesidad y la supervivencia a la aventura y el ocio. Se habla de que en el mundo hoy hay 60 millones de refugiados, de los que solamente un millón han llegado a Europa. Mientras tanto solamente un país como España recibe en 2018 más de 80 millones de turistas, duplicando su población, y cada año esta cifra crece.

El hombre lleva andando desde antes de ser nombrado hombre

Desde el éxodo de los judíos (que una vez asentados en su tierra prometida han expulsado a los Palestinos del lugar donde siempre vivieron) hemos visto un infinito y perpetuo movimiento, miles de italianos huyendo del fascismo hacia Luxemburgo, miles de españoles huyendo, una vez más, del fascismo cruzando los mares hacia el sur de América, miles de congoleños y senegaleses huyendo de las luchas tribales, cientos de miles de venezolanos pasando a Colombia o de mexicanos emigrando a los Estados Unidos buscando una vida mejor… Hombres huyendo de otros hombres que por riqueza, religión o por costumbre se matan y se expulsan de unas tierras que deberían ser, que son, de todos.

Hoy Cabo Verde es alimentado por las remesas de los caboverdianos que viven en Holanda o Portugal. Actualmente cerca de 245 millones de personas viven fuera de su país de origen.

En algunas regiones, como América Latina, las remesas que estas personas envían son comparables en volumen a la explotación de algunas materias primas. En Colombia, en 2015, los ingresos por remesas superaron a la explotación del café y el carbón, y fueron, por detrás del petróleo, la mayor fuente de entrada de divisas al país. Pero, además, ese movimiento continuo del hombre desplazándose altera la cultura, la alimentación, el arte. Las vanguardias se generan a partir de la mezcla de emigrantes que coinciden en París, Nueva York o en el Distrito Federal. El avance científico de Estados Unidos fue posible a los extranjeros que huyeron de sus países. Pero son pocos los que saben que los espaguetis italianos tienen su origen en China; que la comida preferida de Trump, la hamburguesa, nace en Hamburgo, Alemania; que el curry es llevado por los ingleses a la India y desde allí vuelve a Europa junto con el té; que la patata y el chocolate viene de Latinoamérica, lugar donde antes de la Conquista no existían caballos ni mulas.

Todos tenemos el mismo origen, el de una sola tribu que se ha desplazado por toda la superficie que ha encontrado por delante

El turismo ha sido la gran revolución cultural del siglo XX, mezclando costumbres, idiomas, culturas, estilos de vida, modernizando y enriqueciéndonos a todos pacíficamente. En este desplazamiento continuo la humanidad ha poblado el mundo, se ha mezclado y ha creado una gama de colores que adornan nuestros cuerpos y nuestras caras. Porque solo hay una raza: la del hombre. Todos tenemos el mismo origen, el de una sola tribu que se ha desplazado por toda la superficie que ha encontrado por delante.