En noviembre de 1999, hace ahora 20 años, aparecía el número 0 de EXIT, Imagen y Cultura. Era el resultado del trabajo de meses de un pequeño, muy pequeño, equipo que, contra las opiniones de amigos, colegas y familia, queríamos hacer una revista nueva, diferente a las demás revistas que conocíamos, un producto hecho en España, en Madrid, para el resto del mundo. De ese equipo que con su ilusión y trabajo inició este viaje hoy solamente quedo yo en el proyecto. Por el camino han pasado apenas un puñado de colegas que como en un viaje en tren, como en la propia vida, se han ido bajando en diferentes estaciones, para dejar sus asientos a otros nuevos pasajeros. Porque el viaje sigue su trayecto y otros directores, coordinadores, diseñadores, se unirán en otros lugares, en otros tiempos, a este tren que es imparable, y que es la fotografía. A todos ellos, a los que estuvieron, a los que estarán y a los que hoy mismo están, va de inicio mi agradecimiento y mi admiración por la sorpresa inesperada que cada tres meses es ver el nuevo número de EXIT.
Para celebrar este 20 aniversario, hemos invitado a una serie de fotógrafos, artistas, teóricos, escritores, coleccionistas, galeristas, suscriptores, directores de museos y de otras publicaciones, a colaboradores, amigos algunos, conocidos otros, que nos dijeran cuál es su foto favorita, esa que nunca se te borra de la memoria, la que te trae unos recuerdos especiales, o la que simplemente te parece la más bella de las que has visto, tal vez la que tienes colgada en tu estudio… y nos explicasen brevemente por qué es esa imagen precisamente la que consideran su foto favorita. La respuesta es esta revista homenaje a la fotografía y sobre todo homenaje a todos aquellos a los que les gusta la fotografía, a los que miran. A los que ven. Y más allá de esto, este número de EXIT es una definición ampliada y detallada de todo lo que es realmente la fotografía. Todas las definiciones, todas las sensaciones, todas las palabras que definen la fotografía, están en las siguientes páginas.
Tal vez esta sea la primera revista de fotografía en la que las imágenes no son las protagonistas. Aquí los protagonistas son los que han elegido estas fotografías, esas imágenes, aquellos que miran. Ellos y sus diferentes formas de mirar y ver, de entender las imágenes y de compartir sus sentimientos, ideas y emociones. Son sus palabras las que resuenan en cada centímetro de papel, en cada sombra, en cada mancha de color. Son ellos los que ponen la luz, los que nos están hablando de qué es una fotografía, de qué significa una imagen fotográfica, de la muerte, de la memoria, del olvido y del recuerdo. De su vida e, inevitablemente, de la nuestra. De la vida de las imágenes. Con este EXIT de celebración de los 20 años queríamos dar las gracias, regalarle algo a nuestros suscriptores, a nuestros lectores más habituales, muchos de los cuales nos han acompañado durante estos 20 años, y no sabíamos cómo hacerlo. Ahora, con la revista ya a punto de estar hecha, creo que es el mejor regalo, el único posible. Un homenaje a la propia fotografía.
Aquí los protagonistas son los que han elegido estas fotografías, esas imágenes, aquellos que miran
Leyendo estos textos veo en las imágenes cosas que no podríamos haber visto antes de leerlos. Y tal vez no sea yo la persona adecuada para escribir estas líneas, tal vez deberían de ser un psicoanalista o un historiador, o los dos en equipo, quienes analizasen estos textos. Porque en ellos cada autor habla de él mismo, nos cuenta su experiencia personal, nos regalan un pedazo de su intimidad. Otros nos regalan los análisis más certeros de lo que esa imagen significa realmente, de la importancia que tuvo para ellos, pero no solo para ellos sino para tantos que como ellos la vieron en su momento; estos nos regalan un pedazo de la vida de todos, de historia, de conocimiento. Otros ahondan en la propia historia de la fotografía y del arte contándonos lo que esa imagen hizo en el momento de realizarse, su aportación a la evolución del lenguaje y de la historia del arte, siempre a través de su personal experiencia. Estos comparten parte de su conocimiento y de su experiencia visual con todos nosotros. Todos comparten con ustedes y con nosotros su intimidad, su conocimiento y su experiencia. No puede haber un regalo de cumpleaños mejor.
En mi opinión una fotografía es como una palabra que necesita de otras para contar una historia. Imaginemos por un momento tener que elegir un solo párrafo de nuestra novela favorita o un solo verso de nuestro poeta de cabecera.
Con este inicio de su texto Rafael Trapiello pone en palabras lo que sin duda todos los participantes en este número han sentido al verse “obligados” a elegir solo una fotografía de entre las miles que todos ellos han visto. Pero es precisamente esa obligación, ese “solo una”, la que hace que sus elecciones y sus explicaciones sean realmente valiosas, lo que hace que buceen hacia un origen oculto de su memoria visual, la que tal vez les devuelva a su infancia por unos instantes, cuando acompañaban a sus padres a visitas, a exposiciones; les hace recordar momentos de su juventud, hechos tapados por los años, por otras experiencias. Realmente el resultado de este experimento conmemorativo ha sido excelente. Como suelen ser todos los trabajos en equipo, en los que cada miembro del equipo suma su excelencia a la del resto de los otros miembros del grupo. Y si se detienen en el índice de este número y repasan los nombres que colaboran, entenderán perfectamente lo que les digo.
Curiosamente abundan las elecciones de imágenes que se basan en la experiencia personal, que nos hablan de la infancia, incluso de las familias, lo que da a esta selección un guiño puntual de un álbum de familia internacional. Algunos han elegido como su foto preferida una realizada por su madre (Engstrom) o por su abuela (Montiel Klint), mientras otros han elegido esa imagen que vieron junto a su madre, una foto que tenía su padre en su estudio (Jonás Bel), o ante la imposibilidad de proponer diversas imágenes del propio álbum familiar, escoger el retrato de grupo de otra familia desconocida, anónima, que inevitablemente tiene algo de lo que podemos encontrar en todos los álbumes de familia: la nostalgia, diversas etapas de una sola historia juntas y temporalmente inmóviles para la eternidad, la inocencia de unas miradas curiosas o escépticas ante la cámara (Madriñán). Nostalgia es una palabra que se repite y que salta en nuestra cabeza. Nostalgia de otro tiempo, nostalgia de lo perdido, tal vez de lo que nunca fue y de lo que nunca tuvimos.
Pero hay otra historia. La Historia con mayúsculas, la historia que nos envuelve a todos. A veces esa historia general es también la nuestra, la de una generación, la de un país, o la de una idea. La guerra, la muerte, la injusticia. Así saltan nuestros sentimientos en las imágenes seleccionadas por Mauricio Maillé, Natasha Koroshilova, Frank Thiel, Alberto Baraya o Sergio Rubira. Es siempre el pasado, la memoria individual y colectiva, eso que nos ha conformado en lo que hoy somos, es inevitable que aflore en nuestras imágenes, esas que nunca podremos olvidar. Entre el álbum familiar, la foto documental y la historia de la fotografía, esas imágenes que llevan dentro de ellas, aparentemente de forma inocente, todo lo que una fotografía es, todo lo que hace de una fotografía una obra de arte, se encuentran estas imágenes que hoy llenan estas páginas.
Hablamos de memoria cuando lo que realmente queremos decir es el recuerdo. El recuerdo de la primera vez. De la primera vez que vimos una fotografía de la Tierra, este nuestro mundo, nuestra única casa, tomada desde el espacio, en color. La primera vez que podíamos ver dónde estamos, quiénes somos. La fotografía nos recuerda nuestra propia existencia. Y sobre todo la realidad de la existencia de los otros, de todos los otros que fueron y ya no son, atrapados para siempre en un pedazo de papel (Paul Wombell). En esta selección hay sorpresas que no esperábamos, no están los que tal vez hayan sido mas famosos en las últimas décadas: no están ni Alberto García-Alix, ni Bernard Plossu (que sí están como invitados); tampoco están los Becher, ni Andreas Gursky ni Cindy Sherman, tampoco está Doisneau. Pero sí Robert Frank o Walker Evans. No está Sergio Larraín, del que tal vez yo hubiera seleccionado alguna de sus obras como mi favorita. Una gran ausente es Francesca Woodman, la favorita de muchos.
Posiblemente en estos 20 años la fotografía ha cambiado más que sus aficionados y seguidores. En estos 20 años hemos visto cambios y también una gran resistencia a esos cambios. De hecho, hemos pasado de ver la fotografía en libros a verla en grandes exposiciones, para regresar al libro en una situación forzada por intereses, inseguridades y nostalgias. Hemos visto crecer el campo fotográfico con una expansión formal y conceptual realmente asombrosa. Hemos visto cómo profesores que admitían no saber nada de fotografía escribían poco después de estas afirmaciones libros con extensos estudios sobre fotografía contemporánea. Somos testigos de cómo críticos a los que nunca les gustó la fotografía editan libros, dan cursos por todo el mundo y comisarían exposiciones, asesoran museos, sobre fotografía. Una paradoja que la fotografía puede aceptar sin inmutarse por su infinita variedad de registros, y por la independencia y libertad intelectual de la gran mayoría de los fotógrafos.
Desde los años 80 la fotografía ha sido el puente por donde el mercado ha podido trasladar a la pintura desde una crisis sistémica a una renovación un tanto dudosa, salvando así los muebles. Sin duda el auge del mercado fotográfico, con récords constantes de millones de dólares, ha sido propiciado por una crisis del arte contemporáneo que se ha ido aferrando a los clásicos contemporáneos en una transición que siempre acaba en el punto de partida: la sala de subastas o el show room privado de un puñado de galerías internacionales. Pero mientras todo esto no sucedía, la fotografía se ha ganado el lugar del favor de un publico masivo, ha multiplicado su visibilidad y el respeto en un panorama artístico que se mantiene en continuo movimiento con el único propósito de que no cambie nada. Desde hace 20 años la presencia de la fotografía en las grandes exposiciones, en los más importantes museos, en las publicaciones de arte, se ha convertido en normal, algo lógico. Son pocos los que hoy cuestionan el término arte para aplicarlo a la foto. Lo que hace 20 años parecía un proyecto inviable, hoy cumple 20 años. Es cierto que también, en los últimos años, la foto se ha convertido no solamente en una moda, especialmente a través del photobook, sino que se ha vaticinado, al mismo tiempo, la muerte del autor y larga vida de la fotografía anónima, la que se mueve por internet. Ciertamente hoy en un solo día se generan millones de imágenes, de fotografías realizadas sin cámara, sin película, sin revelado, sin autor, que transitan velozmente por las redes, y que después de no llegar a ningún lado simplemente desaparecen. De hecho, igual que internet ha supuesto la agonía del documento historiográfico, el fax primero y los whatsapp después han acabado con las cartas, la correspondencia, las postales, documentos irrecuperables, de igual manera los celulares con cámara digital han acabado con el álbum familiar. Esos millones de imágenes se perderán como lágrimas en la lluvia y con ellas nuestros recuerdos.
Cantidad no tiene nada que ver con calidad, y el fenómeno de esos millones de imágenes por minuto generadas en todo el mundo es un fenómeno sociológico, pero no artístico. Ni una de esas imágenes pervivirá ni será nunca la foto favorita de nadie. Y de la misma forma que unos teóricos afirman rotundamente que el autor ha muerto, podemos certificar estadísticamente que nunca ha habido tantos fotógrafos que se definan como tal, tantos artistas que utilicen la imagen fotográfica, nunca la idea de autoría ha sido más reafirmada por las jóvenes generaciones. Y el fenómeno del photobook es una prueba irrefutable de esta afirmación. La post fotografía es simplemente la actualización de la fotografía a la tecnología actual. Un avance similar a la sustitución del pigmento por el acrílico, o de la pintura al huevo por el óleo. El espíritu de los tiempos.
Pero lo que ha pasado hasta hoy ya es historia. Lo que a nosotros nos interesa realmente es lo que pasará en los próximos 20 años. Con este número 76, EXIT cierra una etapa e inaugura una etapa nueva. Un equipo más adecuado a lo que viene, como siempre un equipo basado en la mezcla, en la diferencia y en la complementariedad: sumando la energía y la curiosidad de los jóvenes con la experiencia de los menos jóvenes, buscando artistas en la historia y en las incubadoras del arte, interesados por todo lo que el caballo salvaje de la historia lleva con él, pero también en lo que deja a su paso. Pasado y futuro, las materias que conforman el presente. EXIT 77 estará nuevamente con todos los aficionados a la fotografía, con todos aquellos que se interesan por el arte y por la cultura, en el primer trimestre del 2020, iniciando la historia de los próximos 20 años. ¡¡Agárrense!!