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La mentira como una de las Bellas Artes

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Billy Meier. Ufo, 1976

La auténtica cualidad que hace al ser humano diferente, tal vez superior a cualquier otra especie animal, es su capacidad de mentir. No me refiero a engañar, algo que casi todos los animales hacen de una manera o de otra, sino a mentir. A construir unas historias alternativas, ficticias, que se adecuan mejor a una situación determinada; construcciones que alteran eso que se consensua como realidad. Pero la realidad es casi siempre muy subjetiva, y la mentira se sitúa en el espacio que habitamos como una realidad paralela. Siempre se ha dicho que no hay nada más parecido a la verdad que la mentira, tanto es así que muchas veces la mentira es más creíble que la verdad; tanto es así que muchas veces no se pueden distinguir una de otra ni ciertamente saber cuál es la que debemos creer. Posiblemente no debiéramos de creer ninguna de las dos, porque realmente suelen ser intercambiables, como las camisas. La única verdad es que todos mentimos, y que mentir bien es un arte.

El arte es la ejecución perfecta, estéticamente hablando, de la mentira. La literatura miente, el cine miente, y por supuesto las bellas artes también. Todo lo que necesita de una sofisticación constructiva, todo lo que tiene relación con la creatividad, con la ficción, se aproxima a la mentira como las moscas al fuego. No hay que considerar a la mentira como un mal abominable, como dicen los expertos: de la mentira sale la verdad. Las metáforas, los símbolos, no son exactamente verdades incuestionables. Casi siempre la mentira en el arte surge de un pretendido embellecimiento de una verdad no muy presentable. En la literatura todo lo imaginado, todas las historias mágicas, maravillosas, surgen de la imaginación. Son bellas, excepcionales mentiras que bien pudieron ser verdad, que son verdad en tanto que las leemos, las creemos, y no las olvidamos jamás. A veces son más verdad que nuestra verdad personal y anónima. Todas esas mentiras construyen quienes somos. Hemos hecho de la mentira, verdad. Habría que pensar hasta qué punto un mundo construido con la verdad pura y simple no sería invivible, atroz en su decepción cotidiana. Gracias a las miles de mentiras que todos nos decimos, podemos atravesar tanta insoportable verdad.

Pero esas mentiras cada vez son más parecidas a una supuesta verdad, porque ya hoy en día cualquier cosa puede ser cierta, nuestra capacidad de creer se viene alimentando desde nuestros orígenes, con los dioses mitológicos, con los dioses de todas las religiones, con los héroes de mentira de guerras de verdad, con amores falsos que creímos ciertos. Todo puede ser mentira, por eso queremos creer que todo puede ser verdad. Estamos tan ansiosos de algo nuevo, algo realmente radical que podemos creer que seres de otros planetas lejanos nos invaden… sólo porque lo dice la radio. Eso hizo Orson Welles cuando teatralizó La guerra de los mundos adaptando a la radio la novela de H.G. Wells, en la CBS el 30 de octubre de 1938 con la colaboración del Mercury Theatre. El teatro radiofónico alcanzaba así una cima que se convertiría en mito. Nadie se había creído antes el Conde de Montecristo o las aventuras de El Quijote hasta ese extremo de alterar su propia realidad.

Peter Marlow. Frank Searle who conducts his search for the Loch Ness monster from his caravan. He has been accused of faking pictures of the Loch Ness monster, Search of the Loch Ness Monster, Scotland, 1976. Courtesy of the artist and Magnum Photos/Contacto

La gente, los oyentes, salían a la calle aterrorizados, huyendo unos, otros dispuestos a presentar batalla a esos seres de otros mundos. Las causas de esa credulidad son similares a la de los que creen en los milagros o en las apariciones de santos. Creer en lo que no se ve, eso es la fe cristiana. Confiar en lo que te cuentan, por muy inverosímil que te pueda parecer. Si nos creemos lo que los libros sagrados de cualquier credo nos cuentan, es fácil creer que unos platillos volantes invaden nuestro mundo. La mentira es la reina de la historia. Todas las historias tienen una parte de adorno, en el mejor de los casos, de inocente exageración o de perversa manipulación siempre. En pintura todos los retratos son benévolos, es decir, mentira. Los cuadros de historia, la pintura religiosa, nos presentan escenas que con toda posibilidad nunca sucedieron o, desde luego, no de esa manera en la que los vemos. El cine, ya lo sabemos todos, es mentira mejor o peor contada, aunque cuente historias reales, no fueron esos actores, ni esos diálogos ni esos escenarios, es una revisión, una adaptación de la verdad a la mentira para que la verdad sea mejor entendida, mejor aceptada, más bellamente desarrollada. Imaginación, creatividad, en menor o menor grado cualitativo mejoran la verdad convirtiéndola en mentira, transformándola en arte.

La fotografía está condenada a decir siempre la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Y eso es, naturalmente, mentira

Pero la fotografía… la fotografía está condenada a decir siempre la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Y eso es, naturalmente, mentira. Desde el nacimiento de la fotografía nos hemos esforzado en pensar que todo lo que aparece en una fotografía es cierto, que solo se fotografía la realidad, asociando, hasta la disolución de los conceptos, la idea de real y de verdad. Si vemos a un hombre pintado como San Pedro, nadie se cree que ese modelo fuese realmente San Pedro, era un hombre (verdad), pero no San Pedro (mentira), sin que eso alterase la importancia de la pintura. Pintar a Dios no significa que Dios fuese exactamente así. Pero una fotografía de Dios es impensable, porque no existe (¿verdad o mentira?) o al menos no en su realidad física y fotografiable, sería siempre la fotografía de alguien que se hace pasar por Dios para la ocasión. En conclusión, todo lo fotografiado es cierto, ha sucedido y fue así. Sobre todo si es en blanco y negro. Toda la fotografía de guerra, la de prensa, la documental, es en blanco y negro. Por eso, todos los fotógrafos que construyen historias falsas utilizan el blanco y negro como la prueba irrefutable de que lo que vemos es verdad. Estas asociaciones culturales se construyen como grandes falsedades que se admiten como verdades incuestionables: fotografía/ verdad, cine/mentira, color/falso, blanco y negro/ cierto. Ahora ya todos sabemos que, como casi todo, esas asociaciones son construcciones culturales a la medida de las conveniencias puntuales. A veces las cosas se nos van de las manos.

Peter Marlow. Researchers from the National Geographic, Search of the Loch Ness Monster, Scotland, 1976. Courtesy of the artist and Magnum Photos/Contacto

Nuestra credulidad es infinita. Desde pequeños creemos que un anciano gordo vuela por todo el mundo en un trineo tirado por ¡renos! colándose en nuestros salones por unas chimeneas casi siempre inexistentes para dejarnos regalos porque hemos sido buenos. No fuimos buenos, no teníamos chimenea y nunca entendimos cómo hubiera podido entrar por ella si la hubiéramos tenido. En otras latitudes unos reyes, por supuesto magos, entraban por los balcones con sus camellos y pajes a nuestros salones, sin hacer el más mínimo ruido, mientras dormíamos (o hacíamos como si durmiéramos, mintiendo también) a pocos metros. Era todo mentira y siempre lo supimos, ¡¡pero era tan bonito!! Los niños vienen de París en el pico de las cigüeñas; el amor verdadero existe y es para siempre; la bondad siempre triunfa sobre el mal… Si nos creemos todo esto, no consigo entender por qué no nos vamos a creer todo lo que nos cuentan los artistas fotógrafos, igual que nos hemos creído todas las mentiras que los periodistas, los políticos, nuestros padres y nuestros amantes nos han contado en nuestras vidas. No entiendo por qué al fotógrafo le cuestionamos algo que le permitimos a cualquier otro artista, narrador, a cualquiera aunque sepamos de antemano que está mintiendo.

El arte es la ejecución perfecta, estéticamente hablando, de la mentira

La mentira es una de las bellas artes y debería estudiarse en las universidades, en las escuelas de Bellas Artes. La necesidad de la mentira para poder sobrevivir a la verdad es algo que se estudiaría en filosofía. Y en Historia se estudiarían todas las mentiras que han construido países, imperios, reinos y democracias. La fotografía simplemente es una herramienta con la que el hombre hace lo que siempre más le ha gustado: construir historias, para divertirse, para demostrar algo, para impresionarnos, para engañarnos. Como debe de ser. Como siempre.

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Peter Marlow. A sighting of the Loch Ness Monster by Peter Marlow?, Search of the Loch Ness Monster, Scotland, 1976. Courtesy of the artist and Magnum Photos/Contacto

Dicho esto, lo que no he podido entender nunca es por qué todavía hoy se genera tanto ruido porque Robert Doisneau nos engañara con su “momento decisivo”, el que El beso fuera una construcción premeditada y no un hecho fortuito no deprecia su valor artístico sino todo lo contrario. Que el Miliciano de Robert Capa no muriese parece ser más importante que lo que representa, a todos los que murieron en España y en todas las guerras. El carácter simbólico de las imágenes es de las pocas verdades en las que podemos creer. Una victoria no es cuestión de los soldados que hincan la bandera, sino de todos los soldados que murieron por conseguir esa victoria. Cruzar un río es un paso adelante, no importa quién lo de, no importa si eres el primero en hacerlo o el último.

Todo es mentira, nosotros solamente decidimos lo que nos importa, lo que esas mentiras construyen para llevarnos hacia la verdad. De esto hablamos en las siguientes páginas. Pasen y vean, el circo de la vida se abre página a página, para todos los que tengan la capacidad, la ilusión, la inocencia y la inteligencia de mirar y de pensar.