Poner en una misma frase los términos fotografía y abstracción parece, a primera vista, una completa contradicción. La fotografía trabaja siempre desde la realidad. A través de la acción de la luz, el fotógrafo siempre traspasa a papel las formas, los relieves, la esencia de algo que es, que fue real el tiempo suficiente, el necesario, para convertirse en una fotografía. Es esa misma realidad la que asienta las bases del éxito de una técnica esencialmente moderna que basa su existencia en reflejar lo real, lo inmediato y que ha hecho que la fotografía sea el paradigma visual de la noticia, de la realidad, de la información.
Poner en una misma frase los términos fotografía y abstracción parece, a primera vista, una completa contradicción
Una vez dicho esto, y considerando la fotografía como algo más que una técnica de la inmediatez visual, es decir: considerándola como un lenguaje artístico, habría que decir con Gauguin que todo el arte es abstracto. Que la percepción subjetiva que un artista realiza en una obra, sea pintura, escultura, fotografía o cualquier otro soporte, la aleja de la realidad para transformarla en otra cosa. Para transformarla en una obra de arte, en un fragmento de pensamiento o de sensibilidad, en un pedazo del artista que se desgaja para ser compartido, devorado, manipulado por todos los demás.
La fotografía surge en un siglo en el que la técnica y la tecnología son las claves de una modernidad difusa. Y éstas son las razones de que desde su nacimiento las facetas técnicas sean una de sus bazas fuertes: todo lo que se puede hacer con una máquina, con sus diferentes lentes, filtros, con las velocidades, los cambios de luz, los procesos de revelado… de ahí llegará la fotografía sin cámara, las solarizaciones, plasmar imágenes no sólo en papel, en piedras, en objetos, hacer cualquier cosa con la imagen fotográfica, con los procesos técnicos. Hoy, en la época del Photoshop y el reinado del ordenador, la técnica ya no es un territorio misterioso, la fotografía se ha convertido realmente -y no sólo gracias a Kodak- en una herramienta al alcance de todos, y finalmente los artistas pueden utilizarla sin concesiones puristas, tecnicistas, sin remordimientos de ningún tipo y así crear imágenes, mundos, sensibilidades que no necesiten estar apegados a una realidad objetiva.
Pero lo real va más allá de la idea de la concepción de lo verídico. Lo real puede ser falso, una representación, un mundo imaginario, las personas pueden ser muñecos, las arquitecturas maquetas, pero sigue siendo real: la maqueta, los muñequitos, son reales. La fotografía ha conseguido ese giro de tuerca que hace que lo falso se convierta en cierto, que el engaño sea certeza. Tal vez, por el mismo camino pero en dirección contraria, podamos empezar a creer que la fotografía también puede convertir en falsa la verdad, en abstracción la realidad. Hacer del humo una imagen que, aunque reconocible, sea inmaterial, igual que los pintores saben transformar el color en sensaciones, los fotógrafos pueden transmitir algo más que hechos con sus imágenes. Es, como siempre en el arte, un proceso formal y conceptual y sobre todo un desarrollo del método y del vocabulario artístico.
Sin embargo, en un retrueque surrealista, podemos leer en las páginas de esta revista que el fotógrafo indispensable para hablar de fotografía abstracta afirme que la fotografía abstracta no existe. Volvemos, esta vez, con la pintora portuguesa Vieira da Silva: toda abstracción surge de la realidad.
Lo real puede ser falso, una representación, un mundo imaginario, las personas pueden ser muñecos, las arquitecturas maquetas, pero sigue siendo real
La fotografía nace en el siglo XIX, y pocos años después, en los comienzos del XX, la abstracción se define como corriente plástica, se convierte en materia de género, en tema de estudio, los artistas encuentran un territorio nuevo, un arte con alcance moral. Es la pintura la que destapa el tarro de la abstracción, y siendo cierto que desde la antigüedad se pueden rastrear ejemplos de abstracción, es ahora cuando la pintura, cuando los artistas, se plantean la abstracción como una nueva sensibilidad. Es en estos momentos, a principios del siglo XX, cuando se cuestiona una nueva sensibilidad. El formalismo ya no tiene tanto sentido. Y tal vez la fotografía, como posteriormente ha venido sucediendo, es la que continúa las situaciones que la pintura abandona cíclicamente. Mientras la pintura se liberaba de ataduras y encontraba caminos de libertad que, a veces, difícilmente se podían llenar de significado, la fotografía se encorsetaba en unas estructuras de rigidez definidas por la verdad, la técnica, la realidad.
Mientras los artistas avanzaban en sus descubrimientos plásticos deslumbrados por la diversidad de vías que les llevaban a un mundo nuevo, interior y abstracto, los fotógrafos avanzaban por un mundo en blanco y negro, con pequeños formatos en los que las obligaciones formales, técnicas y conceptuales parecían inamovibles. Pero entre lo que parece y lo que es siempre hay mucha distancia, especialmente en arte. Y los primeros fotógrafos que realmente son considerados como artistas ya desde el origen de la fotografía, como Stieglitz, Moholy-Nagy, Man Ray… ya se plantean en los comienzos del siglo XX la fotografía como algo más que una copia de la realidad o de su apariencia: se planteaban la fotografía como un método de búsqueda, como un lenguaje plástico y visual por el que desplazar su mundo interior hacia el exterior. Se planteaban premisas del movimiento abstracto. Buscaban unos la subjetividad más libre, otros el juego más apasionante, todos el absoluto visual.
La fotografía abstracta es una corriente que existe desde los inicios de la fotografía como lenguaje autónomo. En ocasiones se debe a ensayos casuales, a búsquedas técnicas, y en otros muchos se debe a una intencionalidad clara, a experimentos con la luz, con el agua, con el viento, con la velocidad, con los colores, efectivamente con lo real. Pero ya habíamos quedado que lo real tal vez no sea tan evidente, que el juego de la mirada y las posibilidades del arte se conjugan para convertirse en infinitas. Porque no es necesariamente verdad todo lo que creemos, no es real lo que vemos; hoy como tal vez nunca antes somos conscientes de la capacidad de engaño, de la absoluta ausencia de certezas. La abstracción es una incógnita en su propia realidad. Una sugerencia visual, no un acertijo técnico.
En las páginas siguientes veremos un amplio desfile de ejemplos, de obras y artistas que practican habitualmente la abstracción como género, apenas un resumen de lo que podíamos haber mostrado. Desde los clásicos hasta los aún prácticamente inéditos, americanos, alemanes, españoles, ingleses; portugueses, hay artistas que juegan con la luz, otros con el movimiento, otros con la aproximación brutal al objeto… efectivamente todos parten de algo que existe, pero es cierto que esa existencia no es menos abstracta. Cuando Adam Fuss hace un retrato, de repente lo que era blanco se convierte en azul; cuando Wim Delvoye une fragmentos de embutidos construye un artesonado de resonancias árabes; cuando Sean Scully fotografía su propia pintura, o Richard Misrach mira el mar, o Frank Thiel recoge en una imagen la estructura geométrica de un encofrado para una estructura de hormigón… En cada uno de estos casos, en cada uno de todos los casos que mostramos en las siguientes páginas, aparece la abstracción como un enigma y también como una realidad. En este trabajo sobre la abstracción hemos reunido nombres muy conocidos pero también otros que sólo los especialistas van a reconocer, clásicos y contemporáneos. Porque son muchos los que desarrollan esta línea de creación.
Tal vez la abstracción en fotografía no exista, pero de lo que no cabe ninguna duda es de que goza de una excelente salud. Una situación saludable gracias a tantos artistas, que entre retratos, realidades, paisajes, y construcciones, que entre estudios y teoría, indagan, buscan y siguen manteniendo vivo el espíritu de aquellos pintores que buscaban el absoluto visual, que creían en un arte con alcance moral. En todos aquellos pioneros, nerviosos jóvenes convulsos, que asentaron las premisas de la abstracción. Que teorizaron y dedicaron su vida y su imaginación a trabajar con lo intangible, a acotar el aire, a pesar el humo y a medir el agua.