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El cuerpo como excusa

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Yasmine Chatila. The Blondie Teen - Greenwich Village, Tue 6:27 p.m., 2007. Courtesy of the artist.

Después de tantos siglos de existencia, la vida sigue siendo confusa. Un cuerpo, solo, desnudo, sigue significando varias y contradictorias ideas al mismo tiempo. Somos un cuerpo con alma y conciencia según algunos pero, la realidad, es que lo único que podemos demostrar que tenemos, lo único que objetivamente somos, es un cuerpo. Este cuerpo. Hecho de carne, huesos, piel, órganos, con un exterior que cambia con el paso del tiempo, de las estaciones, que se modela con las modas, con la cirugía, con el deporte, con el uso… Un cuerpo es algo a la vez simple y complejo. La esencia del hombre, de la mujer es ese propio cuerpo, igual y diferente al de todos los demás, desnudo, sin aditamentos, sin disfraces, sin engaños. Pero a la vez, ese concepto esencial, unido a los de sencillez y naturalidad, al de verdad, que es el cuerpo desnudo incita a la vez a un sinfín de lecturas mucho menos inocentes. El escándalo, el pudor, el exhibicionismo, la idea de belleza, de seducción, de sexualidad, de provocación ha generado todo un manto que nos oculta incluso delante de nosotros mismos. También hay que considerar las variaciones: si ese cuerpo, desnudo, es el de un hombre, el de una mujer, el de un anciano, un niño, un adolescente, si el cuerpo está quieto, en movimiento… Si se muestra de una forma concreta. Es decir, no hay lugar donde podamos escondernos de esa fuerza arrolladora que sigue teniendo hoy en día un simple cuerpo desnudo. Sinónimo de verdad y naturaleza y a la vez de deseo y sexualidad.

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Yasmine Chatila. The Guy Wth Lantern–Chinatown, Tue 9:03 p.m., 2007. Courtesy of the artist.

Todavía hoy la censura controla nuestra libertad e impide que mostremos el cuerpo. Naturalmente hay espacios libres, parques, zonas nudistas en todo el mundo. También existe una mayor elasticidad para mostrar y mostrarse… ¿realmente existe una mayor elasticidad? Cuando recordamos que en una exposición en Brasil de fotografías de Robert Mapplethorpe, obviamente llena de desnudos, la única foto que se censuró fue la de una niña pequeña, hija de unos amigos, que posaba vestida pero sin ropa interior, empezamos a comprender que esa elasticidad es simplemente un cambio de paradigma. Una mujer, un hombre adulto desnudo de frente, mirando fijamente a la cámara, o de espaldas, simplemente es algo ya banal. Nadie se va a escandalizar, sobre todo si respeta el canon de belleza aceptado hoy, pero si se trata de una mujer gorda, de un hombre viejo, de una persona que no es “perfecta”, que no es joven, que no es bella, entonces ese desnudo se toma como una provocación. Si el desnudo es el de un menor, sobre todo si es un varón, el escándalo sólo está empezando. Incluso las imágenes de los hijos de los fotógrafos, desde Sally Mann a Tierry Gearon, se han empobrecido por la duda de la intención, del uso. Ahora todo es una duda. El miedo, el de siempre, vuelve a envolver la idea del cuerpo desnudo.

Un cuerpo, solo, desnudo, sigue significando varias y contradictorias ideas al mismo tiempo

Desnudo se usa como sinónimo de sincero, la verdad desnuda; sin maquillajes, sin tapujos. Se desnudó ante todos, se confesó abiertamente, no dejó nada oculto. Pero la realidad de un desnudo físico parece que siempre es sospechosa de ocultar algo, mucho más, que ese conjunto de piernas, torso, sexos, manos, piel y pelo. En la historia del arte no hace falta decir que abundan los desnudos de todo tipo: niños, santos, guerreros, dioses, ninfas… Pero según avanza el tiempo los desnudos son menos abundantes y su inocencia desaparece casi por completo. Esos rollizos angelitos de sexo diminuto hoy serían vistos como cantos a la pedofilia, esas ninfas corriendo por jardines seguidas de lebreles y cazadores… en fin, no estarían bien vistas en absoluto. En cuanto al desnudo masculino más sexy de la historia, el de San Sebastián, ha sido sistemáticamente repetido y es hoy en día el patrón de los homosexuales. No hay que decir que el desnudo en la pintura más cercana a nosotros oscila entre la desaparición casi absoluta (en principio por épocas cargadas de moralismo y posteriormente por la falta de interés por el tema en la gran parte de los artistas) y la obscenidad, el morbo. Habría sin duda que nombrar aquí a Pablo Picasso y sus cientos, miles de desnudos, pero no lo voy a hacer, voy a recordar solamente a Freud, el pintor realista que ha sabido, realmente, presentar los cuerpos desnudos con toda su grosería, con toda su carne, con toda su obscenidad, ofreciendo auténticos desnudos al nivel de la época actual. Claro que Freud se ha permitido hacer su trabajo libremente por muchas razones, entre ellas la abundancia de opciones que la fotografía le da al desnudo, suficientes como para que un artista pueda trabajar libremente sin sentirse con ningún tipo de obligación.

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Yasmine Chatila. The Bathroom Girl – City Hall, Wed 5:36 p.m., 2007. Courtesy of the artist.

La fotografía ha sido desde su nacimiento la gran mirada impúdica. En busca de belleza (como leía hoy mismo en unas declaraciones de un fotógrafo cualquiera, “el desnudo artístico me permite explorar mi lado más creativo”) cualquier fotógrafo no duda en desnudar a su novia, a una modelo, a una belleza… porque el único cuerpo desnudo que se ha aceptado sin problema es el de una mujer guapa, hermosa, joven y perfecta, en una postura más o menos elegante, apta para las miradas que aprecian “la belleza”. Casi todos los grandes fotógrafos han fotografiado a sus mujeres desnudas, algunos han hecho de eso un subgénero. Otros han fotografiado a sus hijos. El hombre quedaba casi siempre fuera de este álbum familiar nudista. También hay que señalar que la historia del desnudo, llena de imágenes de mujeres desnudas, ha sido escrita casi en su totalidad por hombres vestidos. Hasta hoy. Con el asentamiento de la fotografía como un verdadero lenguaje artístico, más allá de sus usos publicitarios, y promotor de una estética plana y exhibicionista, los verdaderos artistas se han olvidado de ese culto a la belleza de almanaque, surgen otras miradas que miran el cuerpo mas allá de sus connotaciones sexuales, sensuales e incluso estéticas. El cuerpo como objeto, del que hablamos en una revista anterior, abre una puerta por la que rápidamente se colaron conceptos objetuales, escultóricos y conceptuales. El cuerpo como un instrumento, como una marca, como una idea, pero también el cuerpo en la rotunda presencia de su uso cotidiano. Desde las aglomeraciones increíbles de Spencer Tunick hasta las deformaciones de la perfección de Kertesz y la arrogancia escultórica de Mapplethorpe, la naturalidad de tantos desnudos que van más allá de lo que es un cuerpo.

La fotografía ha sido desde su nacimiento la gran mirada impúdica

Desnudo y desnudos, sin ropa, desnudados, solos o en grupo, en un paisaje o en la ciudad. La diferencia de estar desnudo en soledad, de vivir desnudo, de quitarse la ropa en un entorno de personas vestidas. La fuerza del hecho de desnudarse. El cuerpo mostrado y ocultándose, el cuerpo herido, el cuerpo viejo, vivido, el cuerpo del hombre en igualdad de condiciones que el de la mujer. El fin de la belleza como tópico, la idea de que otro tipo de belleza es no sólo posible, sino necesaria. Descubrir el abismo de horror que se esconde detrás de una apariencia de perfección, y el reconocimiento de la gordura, de la carne, de la imperfección, de la enfermedad como nuestro propio espejo. Estas imágenes nos alejan de los estereotipos de la fotografía de desnudos, de esa fotografía aburrida llena de cuerpos perfectos, de ese mundo vacío diseñado para el amante y para el voyeur. Redescubrimos, como cada fotógrafo ha hecho en su propia intimidad, la belleza real, esa belleza que todos escondemos y que sólo asoma cuando alguien nos mira y nos ve. Y como novedad absoluta la gran abundancia de mujeres que miran y que construyen conceptos con los cuerpos desnudos. La fotografía es sin duda alguna la práctica artística que más ha trabajado sobre el desnudo, pero queda ya lejos esa idea, cierta pero anacrónica hoy en día, del fotógrafo y la modelo, del hombre que caza mariposas y les quita las alas. Ahora el artista, el fotógrafo, busca la belleza no sólo detrás de la ropa, sino debajo de la piel.