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Defíneme “normal”

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Ángela de la Cruz. Tight (White and Cream), 2013. Foto: cortesía de Ángela de la Cruz Studio

Cuando eres madre, mejor dicho, cuando estás a punto de ser madre, te obsesionas en pensar cómo será ese hijo que vas a tener, cuál será su sexo, si será feliz. Sabes de antemano que feliz no puede ser, que es imposible ser feliz como quien dice voy a ser ingeniero, o cantante. Ser feliz es una situación temporalmente breve y conceptualmente difusa. Entonces te das cuenta de que realmente el problema es saber si tendrá todos los dedos en sus manos y sus pies. Ese es el gran horror, que le falte “algo”.

Lo que no queremos es nombrar ese término angustioso que es “normal”. Cuando ese niño ya con ocho o nueve años, no crece al ritmo que los médicos consideran “normal”, nos preocupamos. Si no tiene un rendimiento escolar “normal”, nos preocupamos. Si necesita gafas, si no vale para hacer ningún deporte queremos pensar que será un intelectual. Queremos que sea uno más, normal, como todos. ¿Cómo todos?

Nadie es normal. Porque la norma está mal definida

Antiguamente, y tal vez todavía hoy en algunos casos, las familias ocultaban aquellos niños que eran diferentes, que ellos creían que eran diferentes. Hoy el término normal está sujeto a amplias polémicas. Nadie es normal. Porque la norma está mal definida. Si hablamos de capacidades nadie cuenta con todas las capacidades que debería tener. Pero es cierto que la sociedad, todavía hoy, segrega y dificulta una vida “normal”, tanto educativa como laboral, como simplemente social a una gran mayoría de personas con diferencias, discapacidades o alteraciones de esa normalidad que ponemos en cuestión.

Cuando hablamos de Frida Kahlo, de su vida social, de su vida amorosa, de su vida sexual, de sus viajes, de sus triunfos, de su participación en la vida de su momento histórico, es difícil imaginarla como una persona discapacitada. Vemos que era diferente, porque representa una belleza diferente, donde alguien puede ver fealdad; porque realiza una obra artística diferente, rara, fuera de los cauces normales de una mujer pintora de esa época. Sus amores, infidelidades, separaciones, su deseo presente en su obra, igual que su dolor, tampoco es frecuente que sea tan evidente ni en la obra ni en la vida de una artista. Efectivamente Frida Kahlo, nos guste más o menos, es una artista diferente, extraña, excepcional. No es una artista normal, de hecho, para que un artista destaque tiene que alejarse de la normalidad, porque ser normal es también ser vulgar, no diferenciarse del resto, no destacar. Nunca he podido pensar en Frida Kahlo como una mujer ni como una artista discapacitada.

Sin embargo, cualquier persona con sus problemas de movilidad, con sus incapacidades físicas sería hoy considerada como un ser discapacitado, anormal, inferior. No apto para el amor, para el triunfo, increíble imaginarla en los círculos políticos y artísticos del momento.

Construimos unas cuadrículas sociales en las que intentamos colocar las piezas de la sociedad. Y marcamos las casillas que había que despreciar: mujeres, negros, bajos, feos, gordos, pobres… Por suerte ese proyecto ya está caduco y hoy son tantas las cuadrículas como las personas. La marginación social, esas minorías creadas a priori, hoy son la inmensa mayoría. Hoy todos somos diferentes: mujeres, hombres, negros, albinos, bisexuales, cojos, ciegos, zurdos, niños, viejos, altos, bajos, gordos, flacos, todos tenemos unas capacidades diferentes y complementarias, todos somos discapacitados sociales, físicos, morales, a todos nos falta algo, como temían nuestras madres. Todos somos felices puntualmente y desgraciados habitualmente. Todos somos normales, pues la definición de normalidad la hacemos cada día, porque cada día es diferente. Como cada uno de nosotros.