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Citius, altius, fortius

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Marie-Jo Lafontaine. Detalle de Tears of Steel, 1986/87. Video and sound sculpture Courtesy of the artist and Storms Galerie, Munich

La presencia que el deporte tiene en la sociedad contemporánea es sin duda cada vez mayor, y la más profunda que ha tenido nunca anteriormente. No se trata de que, puntualmente, coincidiendo con un evento concreto como los juegos olímpicos o un mundial de fútbol, por ejemplo, todo el mundo esté pendiente del deporte. No, es algo mucho más profundo y extenso. Hoy en día los deportistas son, junto con las modelos, los cantantes y las estrellas de cine, los símbolos de una cada vez más amplia capa social. Sus nombres y sus caras son conocidos globalmente y son los ejemplos a seguir, pero no por su conducta admirable como pudiera haber pensado el inocente Barón de Coubertin, sino por su enriquecimiento asombrosamente rápido. Casos de futbolistas que no llegan a los 30 años, que se han criado en barrios periféricos y tienen fortunas imposibles de tasar son los ejemplos de las nuevas glorias mediáticas.

Hoy en día los deportistas son, junto con las modelos, los cantantes y las estrellas de cine, los símbolos de una cada vez más amplia capa social

El deporte ya no es un juego sino un negocio en el que el deportista es, muchas veces, simplemente una mercancía. Lejos de ser el modelo moral que se podría haber esperado, los deportistas son hoy día ejemplo claro de poca o nula educación e ínfima cultura, salvo muy contadas excepciones. Tampoco hoy el deporte es un ejemplo de limpieza, pues los casos de dopaje, de sobornos, de juego sucio en definitiva, invaden las páginas de los periódicos sin perdonar ninguna modalidad deportiva. Lejos quedan aquellos tiempos en los que lo importante era participar; hoy en día lo único que cuenta es ganar. El ganador se lo lleva todo, y los demás son meros perdedores.

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Catherine Opie. Surfers, 2003. C-print. 129.5 x 104.1 cm each. Courtesy Stephen Friedman Gallery, London
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El deporte parece ser que también es de las pocas cosas que unen a grupos sociales dispares. La hinchada de un equipo de fútbol se cuenta por millares de personas que por lo general pueden no tener nada más en común que ser aficionados del mismo club. En Brasil se dice que sólo la samba y el fútbol son capaces de movilizar a la sociedad. Y si en Brasil te puede atender un cajero de un banco vistiendo la camiseta del equipo nacional de fútbol, cada vez es más frecuente encontrarse por todo el mundo con niños y jóvenes que llevan, por ejemplo, la camiseta del Real Madrid. Pero no sólo son las camisetas, son las modas de los cortes de pelo, y es algo más importante: el propio lenguaje deportivo se infiltra en todos los sectores y uno está “fuera de juego” si no se entera de lo que se habla, o si han rebasado ciertos límites de edad. El juego limpio, el fair play, es algo que se reclama en los negocios y en las relaciones personales, y casarse “de penalti” es algo más frecuente de lo que se quiere reconocer.

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Boris Mikhailov. Berlin Football, 2000. 55 b/w and color photographs, 9×13 cm. Courtesy Galerie Barbara Gross, Munich
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En Brasil se dice que sólo la samba y el fútbol son capaces de movilizar a la sociedad

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Ambra Polidori. III-279, de la serie Observaciones sobre los colores, 2001. Fotografía digitalizada 170×126 cm Cortesía de la artista y Galería Fernando Pradilla, Madrid

Ya no se trata de que las zapatillas deportivas hayan arrasado con los zapatos tradicionales en personas de todas las edades y condiciones, ni de que tu vida valga menos que unas Nike según en qué zonas del planeta, se trata de que la descontextualización de las esencias del deporte se ha generalizado tanto que ya es otra cosa diferente y se rige por unas reglas diferentes. Más cerca del espectáculo y del negocio que de una competición por mejorarse uno mismo, el atleta ya no es más el héroe sino la marca comercial, la sonrisa de una marca telefónica o de una bebida refrescante. La máxima olímpica del citius, altius fortius -el más rápido, el más alto, el más fuerte-, se puede hoy simplificar en el más rico.

Pero, una vez más, el deporte sí se puede considerar como un símbolo de la sociedad en la que se desarrolla. Una sociedad competitiva, una sociedad en la que se premia el juego sucio siempre que el resultado final sea el triunfo, una sociedad que juzga y se define por la apariencia y en la que todos hacen deporte. Hacer deporte hoy en día no sólo es sano, sino sobre todo es políticamente correcto, como no fumar, no beber, y sobre todo tener un excelente aspecto. Las bebidas refrescantes, los alimentos básicos en las sociedades desarrolladas parecen pensadas para deportistas, todo lleva refuerzo vitamínico, todo es para estar sano y en forma, hasta la mantequilla.

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Hans van der Meer. Hoogmade, 1996. © Hans van der Meer/Paradox Courtesy Centro Português de Fotografia, Porto, and Galerie Van Kranendonk, The Hague

La máxima olímpica del citius, altius fortius -el más rápido, el más alto, el más fuerte-, se puede hoy simplificar en el más rico

Al margen de este proceso de socialización en el que va degenerando hasta no quedarle de auténtico más que el nombre, las formas en las que el deporte y los deportistas son tratados visualmente siguen siendo las tradicionales. El atleta, el deportista, es sobre todo un espécimen perfecto cuando se muestra aislado, y un conjunto perfectamente armónico cuando se presenta en equipo. En la idea de equipo predominará el espíritu de camaradería, solidaridad y apoyo. En la imagen del deportista individual es el cuerpo y su belleza lo que se fomenta.

El arte ha tratado de una manera escasa y parcial el mundo del deporte, pero la llegada de la fotografía ha mejorado sustancialmente este trato. Por un lado la fotografía deportiva ha ofrecido pormenorizadamente la evolución de cada una de las modalidades, hasta crear todo un subgénero nada despreciable. Desde los inicios de la fotografía, la captación del movimiento, de la velocidad, el estudio del cuerpo… han estado vinculados permanentemente con el mundo del deporte. En la fotografía artística las cosas han sido un poco diferentes. Por un lado es obvio que la importancia de los deportistas en la sociedad les ha convertido en modelos esenciales para los retratistas, igual de obvio resulta que sus cuerpos envidiables han sido fijados de formas dispares.

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Walter Niedermayr. Tokyo Sidome I, 2000. Courtesy Kunsthalle Wien Vienna

El arte ha tratado de una manera escasa y parcial el mundo del deporte, pero la llegada de la fotografía ha mejorado sustancialmente este trato

El culto al cuerpo, tan vigente en una sociedad decadente como la que hoy vivimos, está presente en toda esta mitología fotográfica de la que sin duda es un ejemplo paradigmático la obra de Leni Riefenstahl, realizada en su mayoría durante los años álgidos del nazismo en Alemania y que la autora, en su muy personal biografía, reinterpretará nuevamente en su serie sobre los Nuba y sus espléndidos cuerpos, esta vez negros. El deportista en su esfuerzo, en acción, en descanso, es todo un espectáculo en sí mismo. La obra de Marie-Jo Lafontaine, Lágrimas de acero, nos muestra a un deportista levantando pesas, pero la fragmentación de las imágenes, la repetición de su rostro, de sus gestos de esfuerzo, nos hace ver a un hombre en un estado de éxtasis que podría asociarse más con un momento de clímax sexual o con un trance místico que con el ejercicio en un gimnasio. Empieza así una interpretación del acto físico que implica el deporte visto a través de la cámara y a través de una mirada subjetiva, unas veces irónica, otras cínica, transformadora siempre. Desde la doble mirada de Anderson & Low sobre los militares, solos y en grupo, de uniforme y haciendo deporte, siempre admirativa y resaltando el valor de unos cuerpos perfectos, hasta Yoshua Okon y su irónica puesta en escena de una sirvienta practicando, obviamente con el peor de los estilos, las jugadas esenciales de un partido de tenis. La ruptura o el establecimiento de nuevas reglas del juego en las obras de Uri Tzaig, o la espléndida serie de Tracey Moffatt sobre los deportistas que han quedado clasificados en cuarto lugar y que por unos segundos quedan fuera de la historia, sin derecho ni a unas migajas de gloria, son algunos de los trabajos que también tratamos a continuación.

Silvia Gruner. Away From You, 2002. Video stills. Cortesía de la artista y Galería La Caja Negra, Madrid

Hemos intentado rehuir ese culto, sexuado o no, a los cuerpos perfectos y también intentar no caer en la perfección cotidiana de la fotografía deportiva de prensa. Agrupado en cinco temas, analizamos el deporte a partir del lugar dónde se realiza el juego, el estadio; también a sus protagonistas y participantes, ya sea en equipo o como atletas individualizados; en otro capítulo contrastamos las dos caras de la victoria y la derrota; y por último, una visión del deporte que oscila entre la competición y el ocio socializador. Aspectos claves del deporte pero también enlaces con un sustrato mucho más profundo del juego, del individuo de la sociedad actual. Una vez más, el arte interpreta y reinterpreta, con una mirada singular y subjetiva, aspectos que posiblemente a muchos se les escapen, y siempre poniendo bajo el foco de nuestra atención más opciones de las que habitualmente se nos ofrecen.

Silvia Gruner. Away From You, 2003. Fotografía color 41 x 51 cm Cortesía de la artista y Galería La Caja Negra Madrid