La creación del paisaje como concepto artístico es, sin duda alguna, responsabilidad de la pintura. Ella hizo de la naturaleza un tema, del paisaje un género. Un género que atraviesa la historia de la cultura, tanto de la occidental como de la oriental. El paisaje se creó, se reprodujo, se inventó y se modificó desde los talleres de pintura más celebres de cada período. La naturaleza reflejaba aspectos dramáticos, mágicos, religiosos, pero rara vez se pintaba un paisaje cómo realmente era; es más, la gran mayoría de los paisajes más famosos de la historia de la pintura nunca existieron así. Se pintaba, primero de memoria, después a partir de unos bocetos, sólo finalmente los pleinaristas se instalarían en el campo para pintar en directo… y la fotografía muy pronto les sustituiría. De hecho, es con la fotografía cuando el paisaje que nos ofrece el arte es cierto y constatable, al menos por un tiempo.
La pintura se inventaría un paisaje ideal, falso, lleno de enfoques y lugares, cuevas y frondas que nunca existieron, mezclando en el lienzo elementos de la memoria y del deseo, de los sueños y de las necesidades sociales. Se estaba creando el concepto de ‘paisaje pintoresco’: un paisaje tan bello que parecía pintado, es decir que era falso, mentira. Sin embargo esta idealización, esta creación conceptual y artística se ha convertido en referente histórico y, aún más, en modelos para la creación de parques, jardines y para la construcción de una cultura seguramente tan falsa como esos paisajes que siempre nos parecieron tan reales.
Pero poco a poco ese paisaje ha ido cambiando, tanto el campo como las ciudades se han alterado con la evolución política, económica y social de la población. La llegada de la fotografía y su uso como lenguaje artístico y profesional ha servido, entre otras muchas cosas, para cambiar definitivamente la idea de género del paisaje. Si en la pintura clásica el género refleja tímida y escasamente la creación y evolución de la ciudad, la fotografía se encargará de reclamar para ella ese modelo cambiante y diferente. El color, la idea canónica de belleza se verá así alterada por la llegada de una gran variedad de conceptos estéticos en los que el resurgir de la arquitectura será un elemento clave. El blanco y negro y los grises, las luces y las sombras, la ausencia de personas, el protagonismo de los edificios civiles, la idea de paisaje como línea de edificios… Hoy en día es la fotografía la que evoluciona y explora un género que ya es una idea: el paisaje. Y aunque la naturaleza brusca y salvaje, solitaria y exagerada, silenciosa y sutil, siga ocupando la mente y los objetivos de muchos de los artistas de hoy, es sin duda la arquitectura y la ciudad, los edificios y las calles, vulgares o especiales, vacías o con aglomeraciones de todo tipo, la que es la novedad, y es también el paisaje característico de nuestro tiempo y del lenguaje fotográfico.
El cine ha sido el gran escaparate de la arquitectura ficticia, de aglomeraciones urbanas que flotan en el aire, encapsuladas, de ciudades y edificios imposibles ¿imposibles? El futuro siempre nos parece imposible y los avances de este futuro, en imágenes aisladas, simples apuntes de lo que vendrá, nos aparecen como juegos, ilusiones, planteamientos artísticos ajenos a la realidad. La arquitectura dibujada, el proyecto, se presta a esta ilusión como la fotografía y la pintura, como toda creación plástica. Y en este caso una cierta incomodidad con la realidad urbana se suma a una imaginación y unos avances tecnológicos que se desbordan cada vez más frecuentemente.
La arquitectura es ya de por sí un subgénero fotográfico, desde los profesionales excelentes que se dedican a fotografiar los edificios que se construyen, trabajando al mismo paso que el arquitecto construye, reflejando el proceso de levantamiento de las nuevas pirámides, de los símbolos del poder y de la cultura actual, hasta aquellos que viajan por todo el mundo haciendo un catálogo inverosímil de calles y callejas de Tokio, Génova, Beirut, Barcelona, Nueva York… ciudades industriales, mercados, paisajes de riqueza y de pobreza, de miseria y de guerra, de transformación. Retratos del mundo actual. Pero, igual que el pintor clásico comenzó imitando a la naturaleza para entrar inmediatamente en un proceso creativo que le llevaría a la transformación de la realidad en otra cosa, en un paisaje ideal, imposible, romántico o trágico, kitsch o simbólico, de la misma forma los fotógrafos actuales, auténticos artistas sin nada que envidiar a los pintores clásicos, crean y recrean, transforman el paisaje de su época. Igual que los artistas de otras épocas reflejaban en sus paisajes, retratos o bodegones, el espíritu de la época, los fotógrafos contemporáneos trasladan al papel emulsionado o digitalizado los miedos, las fobias, la ansiedad y la belleza de nuestra época, haciendo de la arquitectura el exponente simbólico de un momento histórico.
El diálogo entre la arquitectura y el resto de las bellas artes siempre estuvo vivo, realimentándose permanentemente. Los arquitectos actuales, las grandes estrellas de la arquitectura, son auténticos artistas, creadores de formas y conceptos habitables que están alterando nuestra realidad, acomodándose a circunstancias cambiantes, pero también están cambiando la imagen de las ciudades y de los edificios, construyendo obras simbólicas, paradigmas de nuestro tiempo. Pero muchos de estos edificios que marcan la historia de la arquitectura moderna y contemporánea parecen imposibles, están sacados del mundo de la imaginación y de los sueños, son obras radicales que sobre el papel parecen mentira, son construcciones de papel que la fotografía inmortaliza y nos acerca desde ciudades lejanas, países nunca visitados. Son arquitecturas ficticias que se han hecho realidad, y que son realidad porque alguien, muchos, las han fotografiado y ese papel, esa imagen en un papel, las hace no solamente reales, sino indiscutibles e inmortales, sobreviviendo a voladuras de todo tipo.
Hay otros paisajes, otras arquitecturas, otros edificios que también existen sobre el papel pero que son absolutamente ficticias. Creaciones de los artistas actuales, de los fotógrafos que trasladan a su creaciones la mixtura de sueños, obsesiones, idealizaciones y miedos con que los pintores antiguos crearon los paisajes que hoy admiramos en los museos de todo el mundo. Películas como Metropolis, de Fritz Lang, Blade Runner, de Ridley Scott, o Batman, de Tim Burton, nos muestran ciudades habitadas, lugares inexistentes, edificios que han servido de modelos y que a la vez han sido tomados de una cierta realidad. Reconstrucción y recreación de un paisaje de hoy y de un mañana muy cercano, tal vez de nunca, paisajes de un lugar incierto situado entre nuestra memoria y nuestra imaginación, un paisaje cercano al de los sueños y las pesadillas. Estas imágenes de edificios inexistentes a veces tienen su origen en la más auténtica realidad. Otras veces surgen de la imaginación del artista, de su ordenador, de su taller, de su laboratorio, de su mente. A partir de la creación de maquetas, modelos y entornos que se fotografían haciéndonoslos ver como absolutamente reales (Oliver Boberg) cuando son pequeñas reconstrucciones; o ambientes enigmáticos (James Casebere) cercanos al mundo del cine; habitaciones de piel (Aziz + Cucher); edificios que ya no existen pero que antes de desaparecer fueron pintados, intervenidos, recreados y fotografiados, convertidos en otro lugar, en otra cosa (Georges Rousse); misteriosos edificios convertidos por arte de magia informática en naves espaciales (Mario Milizia), aglomeraciones casi reales (César Domela y Giacomo Costa) o ciudades vacías, con las ventanas cerradas, sin carteles publicitarios ni signos de vida (Mario de Ayguavives)…
Arquitecturas ficticias que también alteran la idea de paisaje y de ciudad, que plantean un diálogo perverso con la realidad arquitectónica, que practican una crítica no sólo estética sino social, ampliando ideas y desarrollando conceptos, quejas y miedos del ciudadano que sueña con casas imposibles en ciudades que no existen y que viven, vivimos en casas de papel y ciudades de humo y luz.