post_type:dossier
Array ( [0] => 100970 [1] => 100971 [2] => 100972 [3] => 100973 [4] => 100974 [5] => 100975 [6] => 100976 [7] => 100977 [8] => 100978 [9] => 100979 [10] => 100980 ) 1
size_articulos_ids: 11
Current ID: 100976
Current pos: 6
Articulo anterior: Lynne Cohen
Articulo siguiente: Wojciech Karlinski
prevID: 100975
nextID: 100977
anterior

Xavier Ribas

siguiente
Xavier Ribas. Untitled (Bellvitge), from Domingos series, 1997. Courtesy of the artist. @xavierribas_

Lugares imprevistos

El crecimiento de las ciudades se ha producido de una forma salvaje, generando, en torno a las nuevas barriadas, básicamente, edificios de apartamentos sin servicios públicos, a veces incluso sin caminos ni calles, entre ellos, sin nada que los identifique ni sugiera, realmente, una vida. Son dormitorios en colmenas, donde se va a dormir entre las diferentes jornadas de trabajo. Pero, ¿y los domingos, y los tiempos libres? ¿Cómo se vive esos tiempos muertos en los que no se trabaja en estas barriadas sin terminar de adecuar a la vida cotidiana? Estos lugares nuevos son “no lugares” ya desde los planos de los arquitectos: nacen sin identidad, son futuras ciudades periféricas pero tardaran años, generaciones, en conseguir su propia identidad, e incluso sus propios nombres; puede ser que sean fallidos y se vacíen, se conviertan en vaciaderos urbanos, en nada, ni ruinas siquiera. Como las construcciones de edificios entre la maleza del interior de Cuba, edificios de cinco alturas en medio de una selva que se los come y rodeados de animales. Si el ocio, como apunta Xavier Ribas, se ha planeado sistemáticamente para no ser pasivo, sino activo, reglado, eficaz, en lugares planificados y con reglas de uso, un espacio legislado como el de trabajo, y rentable económicamente, los domingos en las periferias salvajes son libres y alejados de normas. Las propias características no formales del lugar favorecen ese alejamiento de las normas.

De alguna manera esa mesa “con vistas” en medio de unos matorrales, nos retrotrae a los años sesenta y a los picnics en unos parques abandonados y asalvajados, comida en el suelo, sobre el mantel a cuadros, junto al Simca 1000, oyendo el partido por la radio del coche. La adaptación de los lugares intermedios, informes y cambiantes, han definido el ocio de las clases obreras en épocas de una bonanza que nunca sería otra cosa que explotación. Los Domingos de Ribas nos muestra la capacidad del humano para transformar su entorno según sus necesidades, y en este caso generan un ocio más real que el de los grandes parques temáticos, donde se lee, se juega al fútbol con los amigos, se come… la búsqueda de un encuentro bastardo con una naturaleza degradada. El no lugar como el lugar habitual.…

Este artículo es para suscriptores de ARCHIVO

Suscríbete