Lugares
Lugares en los que pasamos la vida.
Lugares que visitamos sólo un momento.
Lugares que descubrimos por casualidad.
Lugares que nos atraen sólo por su nombre en el mapa.
Lugares que jamás volveremos a ver.
Lugares que nunca podremos olvidar.
Lugares a los que deseamos regresar.
Lugares que nos asustan.
Lugares que nos consuelan.
Lugares que nos hacen sentir como en casa.
Lugares que nos parecen repugnantes.
Lugares que nos sobrecogen.
Lugares con los que soñamos
antes siquiera de llegar a ellos.
Lugares en los que nos perdimos
y lugares que perdimos.
Los lugares nos condicionan.
Los lugares nos protegen.
Los lugares nos destruyen.
Por metafóricos que puedan parecer,
los lugares siempre son reales.
Te puedes pasear por ellos
o tumbarte en el suelo.
Puedes llevarte una piedra
o un puñado de arena.
Pero no puedes llevarte el lugar.
En realidad, no puedes poseer un lugar.
Ni siquiera la cámara puede.
Y si le sacamos una foto,
no hacemos más que tomar prestada su apariencia
durante un momento,
nada más que su piel externa, su superficie.
Algunos de los lugares que fotografié
están a punto de desaparecer,
tal vez ya se hayan esfumado de la superficie de la Tierra.
Sólo sobrevivirán en fotografías,
o mejor: su memoria
habrá de aferrarse a las imágenes que de ellos tenemos.
Otros lugares nos sobrevivirán a nosotros,
incluso a nuestros esfuerzos por captarlos en fotografías.
Es más: superarán cualquier rastro nuestro.
Dentro de un millón de años
cuando ya no quede nadie
para recordarnos siquiera vagamente,
algunos de estos lugares sí lo harán.
Los lugares tienen memoria.
Lo recuerdan todo.
Está grabado en la piedra.
Es más profundo que la más profunda de las aguas.
Sus recuerdos son como dunas de arena,
deambulando sin cesar.
Supongo que por eso fotografío lugares:
no quiero darlos por supuesto.
Quiero apremiarles
a que no nos olviden.
Traducción: Celia Montolío
…Este artículo es para suscriptores de ARCHIVO
Suscríbete