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William Wegman

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perros

William Wegman. Sign Language, 1999. Colour Polaroid 24x20 in. Cortesía del artista y Galería Juana de Aizpuru, Madrid

Becoming

No me cabe duda, los perros nos caen simpáticos. Haga la prueba de sacar a pasear a un perro por un parque, o de entrar con él en un local donde los admitan. Parecen traernos el permiso para movernos con naturalidad y romper un poco la frialdad y la distancia que rigen las relaciones sociales en los espacios públicos. Podemos acariciarlos sin compromiso, podemos decirles cosas infantiles sin pedir excusas. Wegman puede insistir, si es que quiere, en que Man Ray sólo aparece en el diez por ciento de sus fotografías: su gran éxito, ese éxito que pasa por encima de los límites bien acotados del arte contemporáneo, se basa en los simpáticos que nos caen los perros. Y además, los perros de Wegman son particularmente simpáticos (no hay que olvidar que Man Ray fue el “hombre del año” del Village Voice en 1982).

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William Wegman. Elephant, 1979. Colour Polaroid 24×20 in. Cortesía del artista y Galería Juana de Aizpuru, Madrid
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William Wegman. Ray and Mrs Lubner in Bed, 1981. Colour Polaroid 24×20 in. Cortesía del artista y Galería Juana de Aizpuru, Madrid
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William Wegman. Feathered Foot, 1999. Colour Polaroid 24×20 in. Cortesía del artista y Galería Juana de Aizpuru, Madrid

Bromas aparte, la obra de William Wegman es, sin duda, más amplia que los retratos de los perros, pero la insistencia en utilizarlos como modelos a lo largo de treinta años ha de enraizarse, por fuerza, en algún aspecto fundamental de su proyecto: ¿La broma, la parodia del retrato fotográfico, la sátira de costumbres? ¿Son “retratos simbólicos (… que están transmitiendo conceptos abstractos de un contenido universal”) o es Wegman un ingenioso que juega? La entrada de Man Ray en el estudio de Wegman desordena el rigor geométrico del conceptualismo, cumpliendo con admirable obediencia perruna las instrucciones del artista. Así, su presencia va ganando peso hasta que, con la llegada de la polaroid, los perros se hacen, los reyes absolutos. Además de tales contenidos abstractos, creo que el papel de los perros en la obra de Wegman es el de permitirle una exploración de ciertos aspectos visuales, soslayando por un lado los peligros de la representación humana, pero evitando, al mismo tiempo, que las obras se transformen en enunciaciones frías, carentes de toda capacidad de provocar una respuesta emocional. Y son los responsables de unas reacciones menos previsibles. ¿Acaso se hubiese permitido Vicky Goldberg decir en una crítica “(…) tienen una figura perfecta para la ropa y está encantada de exhibirla.

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