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McDermott & McGough

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McDermott & McGough. Hands, Wended in Atone, 1915, 1991. Courtesy of the artists.

Vivir en el pasado. Entrevista con McDermott & McGough

¿Cuál es su relación con el pasado? ¿Es el pasado su presente?

David McDermott: El momento del pasado con el que me siento más implicado sería antes de la Segunda Guerra Mundial. Cuando me convertí en un adulto en los años que van de 1966 a 1975 (los sesenta tal y como los concebimos culturalmente), sentía con añoranza la época de preguerra. Los testigos vivos de la edad dorada parecían estar “a la vuelta de la esquina” (hay un arco iris en el cielo). Todavía quedaban muchos testimonios de esa época en la cultura incluso cuando, desde mi punto de vista, se había hecho un gran esfuerzo por parte de la sociedad para suprimirlos. Aparentemente, parodiar, asimilar o vulgarizar la decoración, la música, el cine, la danza, la arquitectura o la mecánica cuando todavía merecían la reverencia del pueblo estaba aceptado o ignorado por la gente insensible y sin queja alguna. A través de la observación, la experimentación y la búsqueda me di cuenta de que todavía quedaba un auténtico pasado por vivir. A menudo, a través de especialistas o aficionados, uno se podía aproximar a algún aspecto de la era de preguerra. La decoración sin la arquitectura, los coches sin las ropas, las películas mudas sin la música, la conversación sin los jardines, etc. Decidí entonces asumir una actitud opuesta a la de la sociedad especializada. Me gustaría poner como ejemplo al entusiasta del modelo T de Ford que amablemente me llevó a dar una vuelta a la manzana en su vehículo perfectamente restaurado. Yo, a los quince años de edad, en mi persistencia de ir a la moda antigua me maravillaba de cómo este hombre vivía en una casa de postguerra con el modo de vida correspondiente. En el asiento trasero tenía un sombrero canotier que llevaba puesto cuando conducía en los desfiles del 4 de julio. Yo creía que el pasado de preguerra podía ser encontrado. Quedaba una parte de él en los cines antiguos, las peluquerías, las cafeterías, las iglesias y las tiendas de ropa masculinas. Con la inconsciencia de la juventud pensaba que aquello que quedaba permanecería. Sin embargo, en cuanto fui a la universidad en una gran ciudad del siglo XIX por la que “no había pasado el tiempo”, comprobé que “el pasado” estaba siendo destruido de forma sistemática por un culto enloquecido a lo Moderno.…

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